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These five images are part of a more extensive project created
in 1998 in the 'Jose T. Borda' Psychiatric Hospital of Buenos
Aires, a city that no longer tends to the needs of its people
and which has long since forgotten its mentally ill. This hospital
is located in the Barracas district. The wards are occupied by
patients with mental and behavioural disorders. In spite of being
surrounded by walls, its doors are kept open. The patients rarely
go out onto the street because they have no place to go. The hospital
is their home. They wander around the gardens, stay in bed all
day long, or watch television. On Sundays it is common for them
to wait in vain for their relatives or their girlfriends, who
are waiting outside to get married, to visit them. They ask what
is being said of them outside the hospital. They carry their stuff
around with them, hidden in their clothes because thay have no
place to put them and they might get stolen by other inmates;
shoes in particular are stolen. They say they hear voices, know
revealing secrets or that they can speak to God. They are treated
with drugs which dimminish their agression, make them stop hearing
voices and avoid convulsions. In the rigidity of the muscles of
their faces and in the way they speak, the long-term consequences
of taking these drugs can be noticed. They say the nurses also
take drugs.
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Estas 5 fotos son parte de un trabajo mayor realizado en 1998
en el Hospital psiquiátrico para hombres "José
T. Borda" de Buenos Aires, ciudad que ya no recuerda las
necesidades de su gente y hace rato que olvidó a sus locos.
Este hospital está ubicado en el barrio de Barracas. Sus
pabellones están ocupados por pacientes con trastornos
mentales y conductuales. A pesar de que el hospital se encuentra
rodeado por un muro, sus puertas están abiertas, pero es
raro que los internos salgan a la calle porque no tendrían
a donde ir. El hospital es su casa. Deambulan por los jardines
o se quedan todo el día en sus camas o miran la tele. Los
días domingos suelen esperar en vano que los visite su
novia que los está esperando afuera para casarse o sus
familiares. Preguntan qué se dice afuera de ellos. Llevan sus
cosas consigo, escondidas entre sus ropas porque no tienen adonde
guardarlas y se las roban entre compañeros; sobre todo
se roban las zapatillas. Dicen oír voces por las noches
y conocer secretos reveladores y comunicarse con Dios. Son tratados
con psicofármacos para disminuir su agresión, dejar
de oír voces o evitar convulsiones. En la rigidez muscular
de sus caras y en su forma de hablar se notan las consecuencias
del consumo a largo plazo de los fármacos. Dicen que los
enfermeros también se drogan.
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