© Pedro Meyer, 2005

 

 

 

 

 

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Cuando no entiendo completamente lo que estoy mirando, me siento más intrigado por la imagen. Me permite especular, me da la oportunidad de ser creativo con las posibles interpretaciones de lo que trata la fotografía.

Siempre he sentido que las imágenes fotográficas debían ser multifacéticas en sus posibles interpretaciones, aun aquellas de naturaleza periodística, lo que es la principal razón de que la fotografía sea un medio tan pobre para transmitir información específica. ¿Cómo más puede explicarse que una fotografía periodística siempre requiere de subtítiulos para poder anclar la imagen a una interpretación específica de su contenido?

Para el espectador, las habilidades narrativas de una imagen están abiertas, y cuando la historia es bien presentada la información que se nos da, nos intriga: ¿Qué es lo que veo? Nunca es malo provocar esta pregunta en la mente del espectador.

Las imágenes que se decifran fácilmente en el momento en que las miro ya me han dado la respuesta a “¿Qué es lo que estoy viendo?”, y son usualmente imagenes muy poco interesantes. Son el equivalente de un chiste simple. Antes de que se establezca el diálogo entre el espectador y el creador de la imagen, la fotografía ha dejado de causar interés.

Al conversar el otro día con un amigo mío, hacíamos conjeturas sobre lo que sería estar a bordo de un vuelo de nudistas yendo de vacaciones, y de cómo los cuerpos desnudos sentados dentro del avión no provocarían absolutamente ninguna emoción erótica en nosotros. Yo comprendía muy bien esta situación al recordar una vez en que había tomado fotos de una colonia nudista, de cómo me sentí en esa ocasión, puesto que hallé que una exposición completa que no dejaba nada a la imaginación, sería el equivalente a las imágenes que no tienen un velo de preguntas sin contestar. Se vuelven tan explícitas que uno es dejado sin un interés particular en las imágenes.

Nosotros en ZoneZero les deseamos lo mejor para esta temporada navideña. Yo emprenderé un largo viaje de un mes con mi hijo de diez años, Julio. Vamos de pesca, no en busca de pescados, sino de exploración y de captura de imágenes, las que esperemos dejen un amplio espacio a la imaginación. Iremos a China, que tiene todos los enigmas imaginables, especialmente para el extranjero. Allá no hay nada tan explícito como para que uno pierda el interés en el diálogo con su realidad. Esperemos tener algunas cosas interesantes que reportarles en el próximo año del 2006.

Pedro Meyer

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