por
Alasdair Foster
Los
paradigmas económicos, sociales y culturales siguen
cambiando a cada vez mayor velocidad. El cambio en el énfasis
de la creación de productos concretos y reales hacia
un mundo virtual de imágenes e ideas, significa
que hoy en día, en Australia (para dar un ejemplo
local por lo que a mí respecta), hay más
gente empleada en el almacenamiento y obtención
de información, que en la
totalidad de la agricultura e industria juntas. Mientras
tanto, las florecientes comunidades en línea hacen
posible la interacción personal entre cientos de
millones de individuos, ya sea en sitios de establecimiento
de contactos sociales, como MySpace y FaceBook, a través
del intercambio de imágenes y video clips por medio
de Flickr y YouTube o inmersos en complejas sociedades
virtuales como Second Life y Entropía Universe.
Éstos
cambios son fundamentales. No se trata simplemente de
viejas maneras utilizando nuevos medios. Al abrir las
líneas de comunicación y otorgar
acceso directo al individuo, tenemos una creciente democratización
de la opinión y la cultura. Con el advenimiento
de las tecnologías de producción y distribución
en masa durante el pasado siglo, la cultura se dividió.
Por una parte, existió una cultura popular suministrando
a gran escala productos con el más bajo denominador
común a mercados masivos. Por la otra, se encontraban
las bellas artes, suministrando objetos raros o únicos,
y servicios a un pequeño mercado de especialistas,
con valores (culturales y monetarios), celosamente controlados
por una elite aún mas pequeña, que definía
gustos y tendencias. El rol de lo "hecho en casa" en
la vida cotidiana y de lo amateur en el arte, fue hecho
de lado. Tanto los mercados masivos, como la industria
del arte del siglo XX, eran controlados mediante una rigurosa
división entre el productor y el consumidor, cimentados
en la creencia de la perdurabilidad de los derechos del
creador sobre lo creado.
El
desarrollo tecnológico de la digitalización
y el Web
2.0 han tenido dos efectos principales
en este dúo-polio.
La mutabilidad de los datos digitales y su capacidad para
ser copiados y reformados sin pérdida de calidad,
ha abierto la posibilidad de rasgar, romper y recomponer,
la continua recombinación y reforma del material
cultural, como alternativa a la recepción, adquisición
y preservación pasivas de objetos inmutables de
arte. En el área de cultura reproducible, tal como
el medio fotográfico, el enfoque del arte comienza
a cambiar, de los objetos hacia los procesos. El modo de
producción artística se ha diversificado
para admitir tanto al individuo virtuoso como a la acción
creativa comunal.
Mientras
tanto, los medios de distribución de las
entidades digitales, se han expandido drásticamente.
El flujo en ambas direcciones del Web 2.0 ha abierto la
posibilidad de alcanzar a un gran público a un bajísimo
costo, sin la necesidad de acomodarse al gusto del mercado
masivo o corporativo o de los jerarcas de la industria.
El resultado es un plétora de pequeños nichos,
sin restricciones físicas geográficas, que
participa activamente tanto en la producción como
en el consumo de nuevas formas de arte.
Durante
y algunos años, he notado que habrá una
disolución de la inflexible división entre
el productor activo (artista) y consumidor pasivo (público)
en las artes (visuales). Esto me ha llevado a concluir
que estamos presenciando el comienzo de una reforma de
las artes, análoga a las Reforma Protestante del
Cristianismo en el siglo XVI.1
2008 © Pedro
Meyer |
Si
bien, no se trata de una revolución en la que
se derroca un sistema y se sustituye por otro, sino del
desarrollo de un sistema alternativo, que coloca la esencia
de la cultura en el corazón y la mente del individuo,
en lugar de en la autoridad de una oligarquía de
profesionales.
Ésta es, desde luego, una analogía, y no
estoy diciendo que ésta nueva Reforma reflejará a
la antigua Reforma religiosa en todo sentido, sino que
simplemente existen un número de ecos. El más
importante es que la Reforma Protestante puso en claro
que los efectos ulteriores de un cambio tan parcial, pueden
tener un gran alcance.
Efectivamente, la
Reforma del siglo XVI, buscó una “des-profesionalización” de
la Iglesia, colocando la esencia de la religión
en el interior del individuo y me parece que presenciaremos
una creciente “des-profesionalización” del
arte. Quizá sea más apropiado pensar en una
corrección de la “sobre-profesionalización” ocurrida
en la segunda mitad del siglo XX, en combinación
con la reducción de los consumidores de arte a espectadores
pasivos, cuando alguna vez fueron participantes activos.
Con esto no quiero decir que estamos ante la desaparición
de los artistas profesionales. La Iglesia Protestante tiene
sus ministros y especialistas, pero su papel es distinto
al de sus contrapartes de la Iglesia Católica. Su
conocimiento (al menos en teoría) se encuentra al
servicio de la comunidad pero no tiene autoridad sobre
ella y a menudo existe la facilidad para que algún
miembro de ésta y el especialista, intercambien
papeles (tal como el “sermón del laico”).
Creo que las prácticas creativas y culturales, se
convertirán
cada vez más en un proceso que involucre a un mayor
en lugar de a un menor número de personas.
Una
de las condiciones importantes para la Reforma
del Cristianismo fue la invención de la imprenta
de tipos móviles, que permitió el libre flujo
de información que antes era controlada por los
monasterios. Hoy en día, el desarrollo del Internet
(en especial del fenómeno de la Web 2.0) está teniendo
un efecto similar, ya que la información ya no está restringida
y filtrada por una autoridad institucional. Al igual que
la venialidad y la venta de indulgencias por parte de la
Iglesia Católica del siglo XVI indignó a
Martín Lutero y a sus seguidores, también
tenemos a aquellos que consideran que el arte ha perdido
el camino, corrompido por su poder para auto-enaltecerse
como árbitro del gusto y seducido por el mercado.
Desde este punto de vista, el arte se ha convertido en
una industria en la cual la moneda de la “credencial” puede
convertirse en capital y, con demasiada frecuencia, viceversa.
La Web 2.0 ofrece no solo una manera de expresar interés,
sino un medio con el cual se pueden articular nuevas aproximaciones
a la creatividad.
Una
vez que el juicio espiritual se volvió un asunto
de conciencia personal, se pudieron separar los papeles
del Estado y de la Iglesia. Con la secularización
del Estado, los temas de la exploración científica
y expansión mercantil ya no estaban sujetos a la
ortodoxia de la doctrina, lo que llevó, por una
parte, a la Edad de la Razón y la Ilustración,
y por la otra, a la Industrialización y el ascenso
de la Clase Media. Esto es, el resultado de un proceso
originario de reforma, rebasó por mucho el enfoque
o interés (o incluso, sospecho que los sueños
más disparatados) de los que la iniciaron.
No
obstante, mientras la poderosa jerarquía
de la Iglesia católica mantuvo, mas o menos, su
unidad a través de los años, el énfasis
de la conciencia personal del Protestantismo, llevó a
una oleada de cismas al surgir nuevas estructuras religiosas
más pequeñas que respondían a las
necesidades y aspiraciones de aquellos que las constituyeron.
De manera similar, no esperaría que una estructura
cultural alternativa única surja del fermento social
y tecnológico del nuevo milenio, sino una vigorosa aunque
inestable serie de interrelaciones con una tendencia a
subdividirse en sistemas más pequeños que
generen más eficazmente significados e intereses
para aquellos involucrados. Y, si bien estos nuevos sistemas
ofrecerán un rango de formas alternativas de arte
y maneras de participar en él, no derrocarán
el mundo e instituciones artísticas previos, aunque
probablemente provocarán una evolución de
este sistema original hacia modos nuevos aunque no tan
radicales.
Finalmente,
la jerarquía de la Iglesia Católica
poseía unas líneas de comunicación
muy definidas (de arriba hacia abajo). La naturaleza individualista
y fragmentada del protestantismo, llevó al establecimiento
de redes de comunicación basadas en un sistema de
intercambio de valores. Ya que el comercio se basa en el
intercambio de bienes de valor equivalente, la moneda y
capital se volvieron cada vez más importantes para
traducir su valor con flexibilidad. La ética de
trabajo protestante tiene como motivación la creación
de riqueza y opera en un sistema de redes.
Los
nuevos sistemas de redes de intercambio de información
a través de la Internet, han creado un elemento
en el que casi no se corren riesgos financieros para convertirse
en un productor y consumidor activo. Como resultado, muchas
de las comunidades de Internet más nuevas, están
motivadas por algo distinto a la creación de riqueza.
La meritocracia protestante que sustituyó (o por
lo menos modificó) a la oligarquía católica,
enfrenta ahora una nueva sensibilidad democratizadora que
brota de las condiciones más parejas que proporciona
la comunicación a través del Internet y las
formas sociales y conexiones que, aunque no generadas por éste, han
recibido una nueva vida gracias a él.
Nada
de lo que he dicho se aplica únicamente al
medio fotográfico o incluso a las artes visuales,
aunque considero que en las artes visuales existen divisiones
establecidas más rígidas que digamos, por
ejemplo, en la música. El hecho es que el flujo
de información a través de Internet –buena,
mala o indiferente- presagia profundos cambios en las jerarquías
de muchas clases, las artes son sólo una.
Sería
una locura especular hacia dónde nos
llevará la actual reforma de las artes, pero la
liberación
de la comunicación creativa de las restricciones
del mercado de lujo y el control de una elite profesional,
podría
quizá liberar una cualidad exclusiva de la Humanidad
y su también más poderoso atributo: La Imaginación.
1.Estoy
muy consciente de que la Reforma religiosa del siglo XVI y
sus resultados son mucho más complejos que lo que aquí
se menciona. He utilizado un pincel muy grueso para pintar
un cuadro que únicamente sirve para los propósitos
de la analogía, con la esperanza de que al hacer esto
se eche una nueva luz sobre la manera en la que pensamos sobre
al arte, la cultura y la imaginación individual.
Alasdair Foster
director@acp.org.au
Enero, 2008
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Alasdair
Foster es
el director del Australian Centre for Photogaphy
(Centro Australiano de Fotografía)
en Sydney y editor de la revista Photofile. Es
miembro del grupo de investigación
de medios fotográficos
del departamento de Teoría de Arte y el Diseño
de la Monash University de Melbourne.
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