"Fotografía tradicional
vs.
fotografía digital"

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© Pedro Meyer 2001-2001

por Pedro Meyer



 

 

 

 

 

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Al parecer, está teniendo lugar una pelea de box; tenemos en una esquina a la fotografía “tradicional”, y en la otra, un nuevo retador: la fotografía “digital”.

Sin embargo, este supuesta “contienda” tiene un gran problema: estos adversarios no pueden serlo ya que ambos de hecho están del mismo lado. Lo que hemos dado en llamar fotografía “tradicional” puede ser producida ya sea de manera analógica utilizando procesos químicos, o digital en su formato electrónico. Si se cuenta con un “estilo” fotográfico particular que puede ser realizado por medio de una o la otra de las técnicas, no tiene entonces por qué haber una confrontación, y la metáfora del antagonismo se vuelve redundante. La única razón por la que la gente percibe los cambios en la fotografía de este modo es porque hay muchos malentendidos en torno a lo que en realidad es la fotografía digital.

Analicemos un poco mas este asunto. Un retrato fotográfico tomado con película y elaborado en el cuarto oscuro del modo más “tradicional”, puede también ser elaborado hoy en día con iguales resultados usando una cámara digital, la computadora y procesado en una impresora de inyección de tinta o publicado en la red. En ambas instancias, la apariencia de la imagen, o su estilo, no tiene relación alguna con la tecnología subyacente que se utilizo.

Hay una confusión enorme por el hecho de que las imágenes digitales han sido asociadas sobre todo con la manipulación, con la implicación de que algo ha sido “cambiado” de manera clandestina. Así la gente piensa que una fotografía “tradicional” (sin alteraciones por supuesto) tiene que ser lo contrapuesto, y por lo tanto confinada a la otra esquina del cuadrilátero.

El debate se vuelve aún más embrollado ya que existen muchas posiciones en torno a las cuestiones asociadas al término “manipulación”. Dicho sea de paso, a mí personalmente nunca me ha gustado ese término, el de la manipulación, empleado para describir un proceso legítimo en sí mismo, el de la alteración. Nos llega ya muy cargado de connotaciones negativas que invariablemente levantan sospechas sobre cualquier intención creativa por parte del fotógrafo digital. Por supuesto que hay que cuestionar al medio -las fotografías-, pero no las descartemos sólo por que son digitales.

Por lo tanto permítaseme remplazar el término manipulación con la palabra “alteración”. En efecto, alteramos las imágenes en el mundo analógico (con químicos) al igual que las alteramos en el medio digital (electrónico). Los fotógrafos lo han hecho siempre. La única consideración es que hoy en día lo hacemos de maneras distintas, y en diferentes etapas del proceso. Históricamente, esto se ha realizado por lo general antes de accionar el obturador, mientras que ahora - en el entorno digital - puede también ocurrir después del clic.

En cualquier caso, se observará que la fotografía digital no tiene que ver con solo un estilo de imágenes. Aclarar este punto permite, entonces, que muchos fotógrafos que hasta ahora sentían que no era lo suyo la alteración de imágenes después del hecho "fotográfico", puedan acercarse a la tecnología digital por lo que ésta les pueda brindar. Por lo general, puede ser una manera más rápida(?), más fácil(?), más económica(?) de trabajar, incluso si únicamente se está produciendo con lo que podría considerarse como imágenes tradicionales.

Seguramente habrá notado las advertencias introducidas más arriba por medio de los signos de interrogación colocados a continuación de cada adjetivo sobre los supuestos beneficios de la tecnología digital. Esto se debe a que en la mayoría de los casos estos comentarios son casi ciertos, pero no siempre. Por ejemplo, es más rápido tomar fotos y verlas en la pantalla de la computadora, en contraste con el tiempo que toma revelar y hacer hojas de contacto. Es mucho más rápido imprimir una imagen en la impresora, sin importar de qué tipo sea, que pararse en el cuarto oscuro frente a las charolas con químicos y todo el circo que ocurre alrededor de la ampliadora.

Sin embargo, para dominar estos procedimientos es necesario conocer muy bien el equipo digital y los programas, y eso no ocurre de la noche a la mañana. Adquirir tales conocimientos toma mucho tiempo y además hay que mantenerse siempre al día. Y por si fuera poco, déjenme decirles que pierdo por lo menos un 35% de mi tiempo solo solucionando problemas de naturaleza técnica cuando las cosas no funcionan como debieran. De modo que si hacemos un balance del tiempo ganado y del tiempo perdido, pienso que se terminará con una ganancia neta de cero, al menos si tomamos en cuenta el estado actual de la tecnología.

Aparte de eso, ha surgido un nuevo fenómeno en la era digital. Hoy en día se pueden hacer muchas más cosas con una imagen, desde un punto de vista creativo, al punto que uno tiene la posibilidad de jugar y experimentar para explorar posibles resultados como nunca antes. Lo que transcurre constantemente por nuestras mentes son especulaciones sobre los escenarios posibles: “¿Y si cambio esto, esto otro, o aquello?”

Si esta involucrado con trabajos de estudio, descubrirá que sus clientes estarán encantados de poder jugar con el conjunto de posibilidades ilimitadas para solicitarle (esperemos que asumiendo ellos los costos) todo tipo de cambios que antes ni hubieran soñado. “¿Podría cambiarle el color a la camisa en esta imagen?” “¿Podría mover a aquella persona hacia el frente?” “Sí, esa silla tiene que salir de la foto.” “La palmera está demasiado verde, o demasiado amarilla, o demasiado rosa”, etc. De cualquiera forma, todos estamos explorando posibilidades que hasta el día de ayer no podían ir más allá de permanecer fijas y con muy pocas opciones después de su estampa inicial.

También se debe tomar en cuenta que estamos en una fase inicial, parecida a la de un infante. Pasamos gran parte del tiempo jugando con el solo objeto de aprender y ver cómo funciona el mundo. En la medida que la comunidad fotográfica madura alrededor de estas nuevas tecnologías, es muy probable que la parte del juego este mas centrada y que se gaste menos tiempo en exploraciones sin dirección alguna. Dicho lo anterior, ya siento tristeza al pensar que de algún modo mi “tiempo de juego” se me vaya a restringir. Me rebelo.

Obviamente, tenemos aquí a dos contrarios que se jalonean. Sí, esta vez los adversarios son muy reales; por un lado, el deseo de eficiencia y de resultados productivos; por el otro, la creación artística que requiere la mayor cantidad posible de exploración e “ineficiencia”. En esta ocasión, los artistas tenemos más caminos por explorar y más veredas por las que perderse.

La belleza de toda esta era digital reside en que para algunos la cuestión es hacerse más eficientes, al ir reduciendo las opciones a unas cuantas alternativas básicas y, por tanto, estandarizadas en cuanto a la velocidad y resultados. Para otros, el punto es bañarse en un mar de posibilidades sin mayor preocupación inmediata por alcanzar la otra orilla; ya el proceso creativo mismo definirá sus límites. En esencia, está dicotomía ha existido siempre, lo que es distinto esta vez es el alcance y la profundidad de las experiencias. La productividad será superior a cualquier esfuerzo realizado en el pasado, y lo mismo puede decirse de las exploraciones creativas, consideradas por algunas personas como una “pérdida” de tiempo total. Al ser estas nuevas experiencias a la vez más intensas y diferentes, nuestra elección de qué procedimiento (eficiencia o arte) se adecua más a nuestras necesidades tendrá que definirse al comenzar el trabajo digital, de otra suerte terminaremos en verdaderos enredos.


 

En torno a la fotografía del hombre con el ojo morado

En realidad se trata de mi colega y buen amigo, Marco Antonio Cruz. Si hace clic sobre la imagen, descubrirá la fotografía original sin alteraciones. La importancia de esta fotografía en particular tiene que ver con los conceptos erróneos en torno a la “alteración” que varios críticos de arte han sostenido desde hace mucho. Han utilizado algunos términos tomados de otras formas de arte para describir la alteración digital, denominándola “fotomontaje” o “collage”. Estaban pensando en el trabajo de artistas como George Grosz, Hannah Hösch, Raoul Hausmann, Joseph Renau, y la obra de uno de los artistas más renombrados en esta materia, John Heartfield. El problema de usar el término fotomontaje, originado en un proceso de “cortar y pegar”, es que no toma en cuenta las transformaciones tecnológicas inherentes a la producción actual de imágenes.

No le agregué nada a la imagen de Marco Antonio. Los ojos solo fueron alterados moviendo y desplazando los píxeles que ya existían en la foto. No se agregaron píxeles de otras imágenes. El tono de la piel fue modificado al nivel del píxel lográndose la tonalidad deseada: la de un ojo golpeado.

Creo que esta imagen me permite subrayar un punto adicional que se remite a mis afirmaciones iniciales sobre la alteración de una imagen ya sea tradicional o digital. Aquí tenemos un ejemplo, la primera imagen que realicé, la de Marco Antonio que no está alterada, es tanto “tradicional” como digital; la segunda versión ya alterada, también es digital. Como puede verse, el hecho de que una fotografía sea digital no tiene nada que ver con un determinado estilo.

Me gustaría hacer un último punto. La imagen del hombre con el rostro desfigurado es lo suficientemente creíble como para que me preguntaran todos los que conocen a Marco Antonio: “Dios mío, ¿Qué le pasó?”. Llegados a este punto, usted se estará preguntando: “Pues bien, ¿qué hacemos ahora con esta imagen?”. Desde mi punto de vista todo dependerá cada vez más del contexto: de dónde y con qué motivo se exhibe o publica, así como el modo en que se la presenta al público. En segundo lugar, deberíamos ver las fotografías por lo que son: tan solo interpretaciones. Si entendemos el contexto y la naturaleza inherente a la fotografía, pienso que estaremos encaminando a la fotografía digital en la dirección correcta. No olvidemos que el contexto es casi siempre aportado por la publicación en donde aparece la imagen y no por los fotógrafos.

Pedro Meyer
marzo de 2001
México, D.F.


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