Underwood
 
 

"Underwood"
© Pedro Meyer

 

 

 

 

 

 

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Lo que mucha gente nunca tuvo...

Hoy en día, al hablar de nuevas tecnologías, oigo decir que no están al alcance de todo el mundo. Me pregunto si esto alguna vez fue así. Ciertamente, aquellas viejas máquinas de escribir Underwood, que hoy nos parecen tan románticas, no estaban al alcance de cualquiera.

Para empezar se necesitan algunas habilidades básicas para usarla, siendo la primera el conocimiento del lenguaje en que se escribe y luego otra que consiste en saber cómo escribir a máquina. No todos poseen estas habilidades. Actualmente, eso no ha cambiado en relación a las nuevas tecnologías, sin importar si se usa una computadora o una máquina Underwood, existen ciertas habilidades que se requieren para hacerlas funcionar.

En el México de los cincuenta, aquellos que necesitaban escribir una carta de amor y no sabían como, o necesitaban llenar un formulario y no tenían una máquina de escribir requerían de ayuda. Un escribano callejero con su pequeña mesa y máquina de escribir eran la solución. Cincuenta años después, solo ha cambiado el tipo de máquina de escribir. Hoy en día se usan máquinas eléctricas IBM, pero todavía sin computadoras ni procesadores de palabras.

© Pedro Meyer

Es fascinante observar cuan lenta es la implementación de las nuevas tecnologías en ciertas áreas que se resisten al cambio. Uno podría pensar que el cuarto oscuro de ciertas escuelas de fotografía equivale al escribano callejero al que no le parece conveniente mudarse hacia el mundo digital, aunque todo a su alrededor vaya hacia esa dirección. Estoy seguro de que existen razones legítimas para justificar sus decisiones, en el caso de la máquina de escribir eléctrica, se tiene el equivalente de la impresora y el procesador de palabras compactados en una unidad de fácil manejo.


Mexico 2007 © Pedro Meyer
 

Con el tiempo, éstos se volverán mas accesibles a casi todo el mundo. Un buen ejemplo son los relojes digitales, son tan baratos que casi todo el mundo puede comprarlos, y no por ser baratos son inconfiables. Decir la hora fue algo que en algún momento de la historia solo podía hacerse mediante instrumentos accesibles a solo unos pocos, y ya no mencionemos su confiabilidad.1 Las cosas ya no son así.

Quito, Pichincha, (Ecuador). Mayo, 2002 © Pedro Meyer

Las nuevas tecnologías siempre se han asociado a los cambios en la manera de hacer las cosas, y el cómo se hacen las cosas usualmente está asociado a nuevas posibilidades culturales.

Recuerdo hace unos cincuenta años, cuando los campesinos emigraban a las ciudades en busca de trabajo, tenían dificultades para adaptarse a la noción del tiempo utilizada en las fábricas donde buscaban empleo. La idea de producir en períodos más cortos de tiempo, en lugar de los familiares ciclos del amanecer y anochecer, no fue una transición fácil. Tendemos hoy en día a olvidar semejantes conceptos, ya que damos por sentado que todos entienden el tiempo de la misma manera. Bien, pues tampoco la hora es la misma en todo el mundo, ni las ideas de cómo se pueden adoptar las tecnologías.

Pedro Meyer
Coyoacán, México
Mayo, 2007

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(1) En 1714, el parlamento británico ofrecía una recompensa a aquel que pudiera inventar un reloj los suficientemente preciso para la navegación marítima. Miles de marineros murieron por no poder determinar su posición exacta, ya que el tiempo exacto requería encontrar la longitud y los relojes de péndulo no funcionaban en el mar. Por cada minuto perdido en un reloj, ocurría un error de navegación de unas quince millas, y los marineros morían al perderse o estrellarse contra las rocas por no saber su posición exacta. En 1761, después de cuatro intentos fallidos, John Harrison finalmente logró inventar un pequeño reloj lo suficientemente preciso para navegar en el mar. Este pequeño reloj de bolsillo solo perdía 5 segundos cada 6 semanas y media.


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