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Fotografía y sonido

por Mark Haworth-Booth

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Recientemente asistí a un festival de fotografía. Pasé una semana en lugares encantadores, visité muchas exposiciones de todo tipo y conocí a fotógrafos en ambientes sociales muy agradables. Conversé con fotoperiodistas, documentalistas y fotógrafos que se ven a sí mismos como grandes artistas, entre otros. Durante el almuerzo, sentado en un sofá durante una soleada mañana de domingo, me mostraban el dummy de algún libro o la maqueta de alguna exposición. Como todos los asistentes al festival, tuve una perspectiva privilegiada de muchas clases de práctica fotográfica, al poder escuchar a los fotógrafos hablar con elocuencia sobre su trabajo, mientras sentados en algún apartamento, jardín o bar, hojeábamos las páginas de un libro o un álbum, lo que resultaba perfecto.

Sin embargo, en la tarde, llegó la hora de las presentaciones audiovisuales en una gran sala. Si alguna vez han asistido a un festival de fotografía, pueden imaginarse como fue. Hubo muchas presentaciones con diapositivas –una docena o más-. Cada una estaba acompañada con música. A menudo era rock pesado y a veces algo más lento, como un blues o una balada. Esto continuó por quizá una hora y media, con pausas muy breves entre cada presentación. Lo raro era que el trabajo de la gente con la que había hablado largo y tendido, era ahora algo completamente diferente -un evento mediático, acelerado y ruidoso-. Todo el contexto de las fotografías, toda la interpretación y toda la sutileza habían desaparecido. Algunos de ellos necesitaban desesperadamente de un contexto –siendo el ejemplo más extremo las fotografías de los cuerpos de musulmanes incinerados por las tropas estadounidenses en Afganistán. Al principio me preguntaba ¿Por qué me están mostrando esto? ¿qué es lo que significa?- pero luego me di por vencido.

Al levantarme de mi asiento, frustrado y desencantado, vi a algunos de mis colegas de varios museos. También habían sufrido la misma decepcionante experiencia. Un conocido y muy respetado curador dijo: “Por esto es que ya no veo la televisión, simplemente no tiene sentido”. Tampoco era simplemente una cuestión de brechas generacionales, puesto que nuestros colegas más jóvenes sintieron lo mismo.

Ahora bien, quizá este tipo de presentaciones funcionen para algunos tipos de público. Me parece estar en lo correcto cuando afirmo que el festival fotográfico de Arles, en el sur de Francia, fue el pionero en el uso del formato audiovisual en una presentación fotográfica para un gran público. Claro que en Arles, con sus suaves tardes, existe un extraordinario anfiteatro romano al que pueden acudir grandes públicos y sentarse cómodamente a disfrutar espectaculares presentaciones en enormes pantallas. He asistido a algunas estupendas presentaciones visuales en pantalla grande en Arles, por lo que sé muy bien que lo que podría llamarse “fotografía de estadio”, al igual que un concierto masivo de rock, puede funcionar de maravilla.

No obstante, me parece que ha llegado el momento de que los fotógrafos consideren un modelo diferente. Los sitios Web permiten lograr una escrupulosa correspondencia entre la imagen y el sonido. Como acompañamiento a las fotografías, no hay nada más auténtico que la voz del fotógrafo mismo. Desde luego se necesita valor de parte de los fotógrafos para confiar en sus propias voces y sus capacidades expresivas orales. Pero, volviendo al festival al que he hecho referencia, los fotógrafos ya explican constantemente sus proyectos a amigos, colegas y extraños. Esta es una parte del trabajo en la que los fotógrafos necesitan concentrarse casi tanto como en la práctica fotográfica misma.

Pues resulta que ya tenemos el perfecto modelo a seguir. Hablo del célebre programa electrónico de Pedro Meyer titulado "Fotografío para Recordar", lanzado por primera vez en 1992 como un CD-ROM por la pionera casa editorial electrónica Voyager de Nueva York. Meyer, un fotógrafo mexicano, creó un conmovedor relato de la historia de su familia y en especial de sus padres, combinando sus propias fotografías documentales y su narrativa oral. Él posee una voz maravillosa, pero lo que es lo más importante, son sus enlaces narrativos y entradas. Esto es algo que cualquier fotógrafo puede aspirar a hacer sin tener que acudir a sesiones de entrenamiento vocal. La voz de un fotógrafo tendrá de cualquier manera el conocimiento y el sentimiento que son apropiados para sus propias imágenes. Ni siquiera el mejor actor o actriz podrían proporcionar la autenticidad imbuida en la voz y la experiencia del fotógrafo mismo.


©Pedro Meyer

Otra cosa que resulta notable acerca del programa de Meyer es que ha logrado mantenerse vigente conforme han cambiado los tiempos. Lo vi por vez primera a principios de los años 90, cuando recién fue lanzado, pero lo acabo de ver de manera gratuita en el Internet. También puede ser descargado a un i-Pod. Cuando lo vi nuevamente, sentado en mi escritorio en casa, fue todavía mejor que hace una docena de años. Así que quiero proponer en esta editorial, que todo lector que no conozca "Fotografío para Recordar", lo vea hoy mismo. Aún para los que no hablen español o inglés, los dos idiomas en los que el programa está disponible, hay mucho que aprender sobre la edición de secuencias, la narrativa y el arte de hacer de lo muy privado algo extremadamente público. Para las personas hispano parlantes y anglo parlantes, este programa ofrece una gran lección sobre fotografía y sonido. Espero que sea un estímulo para que los fotógrafos se atrevan a hacer uso de sus propias voces junto con sus imágenes. La sutil combinación de estos medios ya constituye, en mi opinión, una de las más importantes características de ZoneZero.

Éste es un buen momento para realizar tales experimentos, ya que una nueva generación de curadores está involucrada en éstos temas. Por ejemplo, Charlotte Cotton, mi antigua colega en el Victoria and Albert Museum, que no en el LA County Museum (Museo del Condado del Los Ángeles), fue pionera en el uso de grabaciones de sonido hechas por los mismos artistas junto con sus fotografías documentales, en la exposición Stepping In, Stepping Out (Entrando y Saliendo) en el Victoria and Albert en el 2002. El momento es propicio para ser aprovechado por los fotógrafos, tanto en las galerías como en el ciberespacio.

Mark Haworth-Booth
markhaworthbooth@googlemail.com
Octubre 2007

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Mark Haworth-Booth es profesor visitante de fotografía en la Universidad de las Artes en Londres, también es investigador becado honorario en el museo de Victoria & Albert en Londres, en donde fue curador de 1997 al 2004. Ha organizado muchas exposiciones y trabajado con artistas de renombre en el medio fotográfico incluyendo a Ansel Adams y Henri Cartier-Bresson. Sus publicaciones abarcan toda la historia de la fotografía. Mark está en los consejos editoriales de Aperture, Art History y History of Photography.


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