Nadie sabe nada de Sodoma y Gomorra. El único testimonio de la
existencia de Sodoma y Gomorra nos llega a través del Libro del
Génesis.
Algunos piensan que se encuentran sumergidas bajos las pesantes aguas
del Mar Muerto y que, como ocurrió también con Pompeya,
fue un desastre natural lo que las hizo desaparecer. De hecho, según
estudios geológicos, la zona en la cual se levantaban parece
ser muy rica en azufre, bitumen y petróleo (todavía no
encontrado).
Cuando se dice que la esposa de Lot (el único habitante con temor
a Dios y único en salvarse de la ira divina) al huir volteo la
cabeza transformándose en una estatua de sal, se comprende que
fue embestida por una ventolera ardiente de azufre y cenizas, justo
como los cuerpos petrificados de los antiguos pompeyanos.
Sin tener que enfrentarme al coloso de la Arqueología, decidí
acercarme al tema siguiendo un itinerario preciso, imaginando paisajes,
retratos, ambientes y objetos, y siguiendo un recorrido parecido al
que realizó Italo Calvino treinta años antes en Las
ciudades invisibles (1972, Einaudi) en donde, a través
de los ojos de Marco Polo, visitó ciudades aparentemente creíbles,
diciendo:
Todas las ciudades son inventadas; a cada una de ellas le he
dado un nombre de mujer: Procopia, Zenobia, Cloe, Ipazia, Zora, Fillide,
etc (
). El libro nació pedazo a pedazo, a intervalos a
veces largos. En un folder guardo información sobre los objetos,
en otro sobre los animales, tengo uno para las personas, uno para los
personajes históricos y otro más para los héroes
de la mitología. Tengo un folder sobre las cuatro estaciones
y uno sobre los cinco sentidos; en uno colecciono páginas que
hablan sobre las ciudades y los paisajes de mi vida y en otro, ciudades
imaginarias, fuera del espacio y del tiempo".
Tengo la costumbre de fotografiar de todo en cualquier parte a donde
vaya: materiales humanos y animales, objetos, paisajes y arquitecturas.
Material acumulado y catalogado de cosas tomadas en museos o en la calle,
en viajes fuera de Europa o en breves paseos por las tardes.
Material que repropongo en mi viaje imaginario, viaje que me ha impulsado
a la metáfora de las dos ciudades prohibidas y condenadas en
donde la gente vive contenta en la ausencia total de moralidad, dados
al vicio y a la lujuria, en donde todo tipo de perversión es
parte de su vida cotidiana. En Sodoma y Gomorra la perversión
sexual es un virtuosismo. Un virtuosismo en el cual de generación
a generación las mezclas genéticas se van sumando con
el tiempo. Pero no era motivo para avergonzarse; es más, para
La Nueva Progenie lo común es ostentar un cuerpo siempre nuevo
con orgullo e ironía.
Me he imaginado a estas dos ciudades como una especie de parque de diversiones
para visionarios, en donde mi mirada no es ni acusadora ni benévola,
sino simplemente se divierte, siente curiosidad, y está preparada
para recoger lo más posible. Un freak show enorme diseñado
con una racionalidad geométrica y kitsch, como la de los pesebres,
en donde uno puede perderse y observar cuidadosamente una intimidad
cotidiana tanto híbrida como metafísica, para después
volver a encontrar el camino y quizás perderse otra vez.
En suma, a la gente de Sodoma y Gomorra la he querido alegre, creativa
e imaginativa hasta el día del apocalipsis en el cual el Omnipotente,
fastidiado por la excesiva exuberancia, quiso extender para siempre
su inmenso velo negro.
Considero a Sodoma y Gomorra un proyecto abierto, demasiado
estimulante y divertido para poder ser concluido, al cual seguiré
sumando imágenes. Un proyecto en continua expansión, como
Sodoma y Gomorra si hubiesen sobrevivido a la ira divina: una expansión
irracional, caótica, exuberante y espontánea. Justo como
la de todas las ciudades modernas.