ECCE HOMO Los moralistas llevan las de perder E.R. Beardsley ![]() A finales de los años sesenta, Pablo Picasso produjo una serie de grabados eróticos maravillosos. Un reseñista de la época los describió como una afirmación de la sexualidad en tanto fuerza renaciente en la vida como en el arte. Los grabados surgieron motivados por experiencias extremadamente personales de la propia vida de Picasso. Es bien sabido que era un hombre muy sensual, y que la mayor parte de lo que produjo como artista reflejaba ese hecho. Si era un hombre más o menos preocupado por el sexo que la mayoría de las personas, no es algo que a mí me corresponda decir. Lo que sí sé, es que los grabados antes mencionados se vendieron rápidamente en subasta y obtuvieron precios considerables pagados por compradores reputados.
Los grabados eróticos de Picasso me vinieron a la mente mientras empezaba a revisar las exquisitas figuras prehispánicas ecuatorianas que aparecen fotografiadas en más detalle en estas páginas. En espíritu y motivo tienen mucho en común, creo yo. Ambas obras transmiten sus mensajes a través de formas algo abstractas y del simbolismo, pero, sin embargo, la humanidad que subyace en ellas habla simple y honestamente. Afirmación es una buena palabra para lo que ocurre aquí, ya que en los dos casos se afirma que, desde los confines más remotos de la prehistoria hasta la reluciente vanidad que es nuestro presente, la biología invariablemente triunfa sobre las tiranías y los moralismos insignificantes, y, especialmente, que nuestra sexualidad es , casi nunca, una carga y , casi siempre, una poderosa fuerza capaz de encender el motor creativo tanto de la mente como del cuerpo hacia fines generalmente útiles. En distintos lugares del planeta y en épocas distintas, las convenciones varían, pero el impulso subyacente de explorar y expresar aquel impulso biológico más elemental es una constante. En el Valle del Indo del tercer milenio a.C., el lingam y el yoni (los órganos sexuales masculino y femenino respectivamente) se convirtieron ellos mismos en los símbolos de sus dioses más poderosos. Incluso, existe una historia hindú que cuenta cómo fue que ocurrió que Siva, el dios supremo y fuerza generatriz del universo, obtuvo superioridad sobre Brahma y Vishnu. De acuerdo con esta historia, Brahma y Vishnu estabán enfrascados en una terrible discusión sobre quién de los dos era el creador de todas las cosas, cuando, de repente, un enorme y ardiente pene aparece entre ellos, y crece y crece hasta que alcanza los cielos. Cuando Brahma y Vishnu empiezan a tomar medida de esta erección cósmica, Siva irrumpe de uno de sus costados y se declara el ganador por defaul, dado que él es la cosa que está siendo medida, y la cosa medida es en sí el protoinstrumento de nuestro propio vigor creativo. En la Roma antigua se celebraban anualmente fiestas importantes para festejar el sexo en todas sus aplicaciones y permutaciones. Se dice que los ritos incluían la preparación de panes y pasteles en forma de órganos sexuales (penes, vaginas y senos), a menudo de proporciones excesivamente generosas. Éstas eran fiestas importantes que atraían a personas de todas las clases y sexos. Las muchachas que trabajaban en las panaderías se prostituían en los pasillos con los clientes que aguardaban. Nada de esto evitó que construyeran una de las sociedades más extraordinarias e influyentes en la historia de Occidente. Es importante notar, también, que muchos de aquellos platillos eróticos han sobrevivido hasta nuestros tiempos modernos entre las listas encontré Tetons de Venus en Francia, y Stollen en Alemania, ambos de los cuales he tenido ocasión de probar. En el Japón del siglo XV nació el ukiyoe. Éstos eran finos bloques de madera hermosamente coloreados que describían "el mundo flotante", el mundo de los placeres cotidianos, lo conocido esto, por supuesto, incluía el sexo. El erótico ukiyoe, muchos de ellos hechos por los mejores artistas de Japón, floreció en todo se esplendor hasta alrededor de finales del siglo XIX. Son detalladamente explícitos, perfectos en su ejecución, y absolutamente encantadores. Y durante el mismo periodo, en Europa, las láminas eróticas aguafuertes, grabados, grabados de madera se volvieron bastante populares a pesar de los riesgos que implicaba ser dueño de semejante material. A veces recurrían a la expresión alegórica para escapar a una severa condena Leda y el Cisne aparecen con cierta regularidad. Sin embargo, hoy en día parecemos estar muy confundidos acerca del sexo y la sexualidad. Nos encanta; lo detestamos. Lo procuramos con absoluta dedicación, al tiempo que tratamos, a como dé lugar, de reprimirlo. Tenemos al juez Kenneth Starr en Washington, D.C llevando a cabo una campaña bastante arcaica que recuerda a la Inquisición contra el presidente Bill Clinton, sacando provecho del seguro interés que el sexo despierta en la imaginación del público. Y tenemos un público que gasta gran parte de su bien ganado dinero en computadoras, software, y conexiones de Internet sólo para que pueda patrocinar los miles de sitios de sexo que hacen negocio en la Red los cuales, conforme a los reportes, constituyen ahorita el lugar más rentable en el mercado del Internet. La fotografía, desde su invención hace más de 160 años, ha transformado rápidamente el carácter de nuestra creación de imágenes. No es la realidad, pero está tan cerca de ella que la mayoría de la gente ha venido a aceptarla como el equivalente. Cuando el sexo y la sexualidad se convierten en el sujeto de las fotografías, agregan algo, de hecho tres "algos" particularidad, intimidad y urgencia. Fuera quedan el simbolismo y la abstracción. Todo está ahí, y se vuelve personal y urgente. En el lugar de la afirmación hay ahora una confrontación con las cuestiones básicas del sexo y los actos sexuales aún mientras batalla por obtener logros mayores y más esenciales. No me estoy refiriendo aquí a la mala fotografía o a la fotografía de sexo, amateur, que se encuentra en todas partes en revistas, en películas, en videos, y especialmente en el Internet. Lo malo es malo con o sin el sexo como tema. Los fotógrafos, unos cuantos buenos, pueden y logran dar el ancho, dada la ocasión. Cuando lo hacen, sin embargo, el público quien equipara sus fotografías con la realidadcasi siempre los encasilla junto a aquellos que producen imágenes para la industria comercial del sexo; bajo esa perspectiva, Maplethorpe es sólo otro pornógrafo y Weston otro viejo rabo verde bailoteando en la frontera de lo que realmente tiene en mente. Los escritores, pintores y poetas que expresan temas eróticos o llanamente sexuales no están, de seguro, inmunes a este mismo trato, pero el público se siente menos seguro al criticarlos o atacarlos un ejemplo reciente es aquella maravillosa novela de Günter Grass, El tambor de hojalata. En Estados Unidos, no ocurrió un lío serio hasta que la película salió en video y comenzó a venderse en lugares como Oklahoma. Un fanático fiscal del lugar organizó a la policía para que confiscara las copias, sobre la base de que la película violaba las leyes de pornografía infantil del estado. Afortunadamente, un juez federal ha fallado en contra del fiscal y ahora el video puede rentarse o venderse en Oklahoma, pero lo que queda en la mente del público es la sospecha persistente de que esta película la película ganadora de un Óscar es sólo otra pieza de basura pornográfica. Y, por supuesto, hubo todo ese asunto sobre el fotógrafo Jock Sturges, hace algún tiempo. Obras confiscadas, etcétera. Tuvo que demandar al gobierno, creo. Podríamos nombrar a otrosa Sally Mann entre ellos pero en esencia, la historia es la misma: el público no cuenta con los medios para hacer distinciones sutiles entre lo que es bueno y lo que es malo, y cuando el sexo entra en escena, aún de manera inocente, abunda la confusión. De todas maneras, de acuerdo con los antropólogos estamos padeciendo de una preocupación por el sexo, no necesariamente del tipo saludable. Esta preocupación, dicen, empezó hace mucho tiempo en el Norte de África en los tiempos de Moisés entre los árabes y los judíos, y se heredó a los cristianos quienes también estaban tomando bastante prestado de los persas Zoroástricos. Se manifiesta en actitudes hacia las mujeres cuando se les considera como si fueran propiedad de los hombres, en el alto valor que se le da a la virginidad de las muchachas no casadas, y en preocupaciones sobre la modestia y la conducta pública que se refieren especialmente a las mujeres y rara vez a los hombres. Hoy en día, en lugares como Irán y Afghanistán ocurre en su forma extrema. En Estados Unidos, lo vemos en sus proporciones más ridículas, entre aquellos de la derecha religiosa. Por mi parte, envidio a aquellos ecuatorianos del siglo XIII. Envidio lo a gusto que se sentían con su sexualidad, la soltura y la gracia con la que fueron capaces de expresarla. Añoro un tiempo en que la gente pueda, una vez más, ser así de honesta consigo misma y entre ella, que pueda distinguir entre lo que es verdaderamente bueno y lo que es verdaderamente malo. El viejo Picasso encontró los medios, por supuesto, y así también, un puñado más de otros. Por ellos sabemos que los moralistas llevan las de perder, que la biología es suprema, y que cuando se aúna a la imaginación humana y a la inteligencia, esa "fuerza renaciente" encuentra salida en toda clase de arte y de actos dignos de la especie. Recientemente se reportó que científicos del California Institute of Technology completaron el primer experimento exitoso de teletransportación. Las posibilidades rebasan la imaginación, pero se me ocurre que artistas, fotógrafos, escritores, y hasta la industria comercial del sexo, bien pueden ser los primeros en sacar provecho de esta nueva y extraordinaria tecnología. No más discretos paquetes envueltos en papel de estraza en el buzón. No más preocuparse de quién está espiando la próxima vez que una Mónica Lewinski visite la Oficina Oval. No más policías asomándose a revisar cuando rentamos ÊEl tambor de hojalata . No más escabullirse en calles oscuras simplemente "Llámame con la mente, Marsha. Estoy de humor para el amor." Y, quizás, si pudiéramos empezar a pensar en la carne como un montón de átomos en movimiento, puede que empecemos a relajarnos un poco, volver al simple placer de ser lo que somos. Humanos. Sexuales. Creativos. Parte Siva. Parte Pan. ................ Usted puede contactar a Edward R. Beardsley en: beardsley@qnet.com
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