SUITE MONTSENY: FOTOPINTURAS

 

Tapies

Quien desee conocer la obra de Antoni Tàpies en toda su amplitud deberá bucear en diferentes profundidades de técnicas y materiales, de entre las cuales rescatamos ahora el escasamente conocido método de la “fotopintura”. Las fotopinturas son obras en las cuales la luz y los agentes químicos que se utilizan en el proceso fotográfico sustituyen total o parcialmente los pigmentos del proceso pictórico, a pesar de ser empleados mediante gestos o utensilios propios de la pintura (como pinceles o brochas). Normalmente la fotopintura se combina con “fotogramas” o con “quimigramas”, o con ambas. Los fotogramas son huellas de los objetos producidas por la pura acción de la luz sobre superficies fotosensibilizadas y, por tanto, sin la intercesión de una cámara. Los quimigramas son huellas producidas por la acción de agentes químicos también sobre superficies fotosensibilizadas.

La serie de imágenes que se presentan aquí se engloban dentro de la Suite Montseny, denominada así en honor de la montaña más alta de la provincia de Barcelona, y consta también de dibujos y pinturas, aunque fechadas a inicios de los años ochenta, es decir, bastante más tarde, lo cual indica la enorme fascinación que la belleza natural de este paisaje ha continuado ejerciendo siempre en Tàpies.

Hay que precisar, además, que estas pruebas no llegaron nunca a ser consideradas obras acabadas o definitivas por parte del propio artista (de ahí la ausencia de firma y de título, y la no inclusión en las catalogaciones de la obra completa de Tàpies) y han podido ser recientemente recuperadas de la confusión del almacén de un estudio atiborrado de ensayos y proyectos a medio hacer a la espera de una sentencia final por parte de su autor. En cualquier caso, su exhibición sólo es legítima dejando bien claro que se trata de obras no terminadas, sujetas por tanto a la duda y a una autocrítica final, y que sólo se pretende – como en el caso de los artistas precedentes – facilitar una mayor comprensión del proceso creativo del artista.

Tàpies empezó a sentir curiosidad por la fotografía a raíz del encuentro con Marcel Zelich y la posterior relación de amistad que mantuvo con él. Zelich era un ciudadano alemán de origen turco que se había instalado en Barcelona poco después de la II Guerra Mundial. Persona cultivada, diletante de la música y de las artes, la buena marcha de su empresa de género de punto confeccionado con telares de importación le permitía dedicar mucho tiempo a su gran pasión: la fotografía. En enero de 1960 la familia Tàpies y la familia Zelich coincidieron disfrutando unos días de descanso en el famoso Hotel Sant Bernat, en la cima de Montseny. Una nevada imprevista bloqueó los accesos y alargó de forma forzosa la estancia en el hotel. Seguramente porque los hijos respectivos compartían juegos, los dos matrimonios pasaron muchos ratos juntos y en algún momento Zelich invitó a Tàpies a trabajar en su laboratorio.

 

Tàpies inició entonces la serie inspirada en el Montseny intentando poner a prueba ideas extraídas de las conversaciones con Zelich. De hecho, Zelich entendía la práctica de la fotografía de una manera bastante tradicional; en cambio, Tàpies, a pesar de interesarse también por la dimensión realista (1) del medio fotográfico, priorizaba usos alternativos y experimentales como estas fotopinturas que integran fotogramas y quimigramas. Apropiándose de estas técnicas que pertenecían al patrimonio expresivo de las vanguardias de entreguerras, Tàpies incorporaba una dimensión de análisis mucho más íntima de la materia, con una cualidad casi radiográfica. Tàpies y Zelich se distanciaron pronto: a un fabricante de género de punto no le cabía en la cabeza que alguien se dejase seducir por calcetines sucios y sábanas manchadas.

 


1. Véase AGUILERA CERNI, A y LÓPEZ, V.: “Tàpies y la cuestión del realismo”, Cimal núm. 27, Gandía, septiembre 1978.