Hacia donde sea que dirijas la mirada, hay campos por los que cruza la carretera 61 y se ven florecer los bulbos de algodón. El aire esta pesado por la humedad y el calor. En mi mente visualizo cientos de negros sumergidos en estos campos, sudando de sus frentes, se ven los años de trabajo en sus caras, acarreando pesados costales llenos del "Rey algodón".
En el más pobre de los lugares en esta tierra de las "oportunidades" que llamamos América, vemos lo mejor y lo peor de nosotros mismos en este lugar llamado Mississippi. La Delta es una tierra en la que los fantasmas del pasado aun chocan con la realidad del siglo XX.
En mi viaje de cuatro y medio años, recorriendo la ruta 61 así como los caminos intransitados del Delta, me fueron reveladas escenas que pensé que habrían desaparecido de esta tierra americana. No estaba preparado para esto.
La choza de ciprés continúa a la orilla de la plantación. Todos los días nos llega una nueva presencia y consternación de ser testigo de la vida de las personas del Delta. Estas fuerzas contrastantes y dramáticas crean una imágen agobiadora en la mente, así como una oportunidad y responsabilidad. Sólamente algunos forasteros creerían lo que he visto si no fuera por mi cámara.
La dignidad y las tradiciones de la gente del Delta, crean una presencia poderosa que les da orgullo y esperanza a sus duras vidas. Su tristeza y su humanidad me han conmovido profundamente y me han enseñado que con mi "libertad" ver y fotografiar se convierten en la responsabilidad de escuchar a la comunidad que revela su mundo frente a la cámara.
En los últimos veinticuatro años, mi educación ha sido a través del visor de mi cámara. Me ha llevado hasta el corazón de América, he presenciado cuando un niño de siete años cosechando tomates, por 34 centavos la cubeta, en los sembradíos de América. He observado, en completa oscuridad, miles de inmigrantes ilegales, corriendo y siendo perseguidos en las fronteras. He fotografiado al tercer mundo y a la pobreza urbana en América. Sin temor a equivocarme, puedo decir que nada me ha desgarrado tanto commo lo que ví en Mississippi. Las gentes del Delta de Mississippi me han permitido ver profundamente a mi propio mundo, a mí mismo. Pienso que Mississippi puede ser una ventana para todos nosotros, para nuestras esperanzas y para nuestros temores.
Me he preguntado, mientras nos acercamos a la llegada del siglo XXI, por qué su situación ha sido tan ignorada, sus voces no escuchadas ni respondidas.
Recuerdo esos días cuando a los trece años observaba la televisión de mis padres, y veía y me preocupaba por los trabajadores en la lucha por sus derechos civiles. Recuerdo los anhelos que guardaba en mi corazón. Seguramente América no le daría la espalda a lugares como el Delta de Mississippi.
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