TERCER DIA:
3 DE JUNIO

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WATSONVILLE, California.



La nota estaba pegada en la puerta del garage: " ¡Desde que ustedes mexicanos mojados llegaron el valor de nuestras propiedades se han ido al infierno!" Luego, los botes de basura tirados en el zaguán. Huevos podridos y verduras arrojados contra la casa…

Era una casa de cinco cuartos, de un piso, dos veces más larga que ancha, de casi una cuadra de largo, con su techo de tablillas de madera, las paredes pintadas de un verde más bien sin gracia, lo que no le quitaba nada a su inegable belleza…una belleza americana, idílica, de cinco cuartos, que estaba sobre un cerro con una suave pendiente y una vista hacia el valle del Pájaro.

Reyna's garden


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Esta había sido la ilusión más grande de Reyna Guzmán: una casa de cinco cuartos. Un cuarto para cada uno de sus niños: para Ignacio, el agrónomo vuelto chofer de camión porque su licenciatura mexicana no tenía valor en los Estados Unidos; para Aarón, el hijo que se casó con una chicana, para gran desilusión de Reyna; para Iván, que a la edad de catorce años estaba coqueteando con las pandillas y las drogas y cosas peores, pero que se ha calmado y ahora está obsesionado con la espiritualidad de los indios americanos; para Blanca, con la que apenas ha hablado desde que se fue con un muchacho chicano cuyos hábitos no son de su agrado; y para Beatriz, la menor, que sigue los pasos de Iván bajo el embrujo de un anciano indígena y que le prometió que se casaría "bien", en Cherán, con un muchacho del lugar que se había enamorado de ella la última vez que estuvo allí, con un casamiento purépecha esplendoroso, con la banda de músicos y las procesiones y su cabello arreglado con cintas y los votos en la iglesia…

Ella quería a la familia entera bajo un techo.El agente de bienes raíces anunció un precio de venta de 300,000 dólares – la cantidad usual en vecindades como esta en Watsonville, constituida por casas grandes ocupadas, extrañamente, por familias pequeñas, en su mayoría anglosajonas.

Los dueños rechazaron su oferta inicial. Ella buscó por otras partes, pero no encontró por ninguna parte la casa de cinco cuartos de sus sueños. Sin embargo, el agente llamó de nuevo, preguntando si le importaría hacer nuevamente la oferta, ya que los dueños no habían tenido éxito al venderla a otras personas. Ella ofreció 200,000 dólares y ellos aceptaron. Luego dio un anticipo de 30,000 dólares y la casa fue suya.

Al inicio, la gélida recepción de sus vecinos la deprimió hasta el punto de implorarle al agente de bienes raíces que rompiera el contrato. Sin embargo, pensó: "he trabajado toda mi vida para comprar esta casa …" y se juró que los únicos que se cambiarían serían sus vecinos. Cinco años después, la profecía se ha cumplido: el vecino, del que ella sabía que era la causa más grande del hostigamiento, un oficial blanco de la policía, ha colocado un letrero ofreciendo la venta de su propiedad. Pronto se habrá ido.

Reyna Guzmán es en gran medida como la mayoría de las mujeres purépechas que conozco y admiro: es de corta estatura pero físicamente muy fuerte, con la parte superior del brazo llena de músculos. Tiene la piel oscura y el cabello negro. Y, contrariamente a lo usual, esta madre indígena —madre soltera — es todo menos sumisa. Reyna Guzmán es una madre dedicada , aunque con problemas, y una activista política feroz y una empresaria. Ella es incansable, agresiva, franca y malhablada cuando tiene que serlo.

Deers

Reyna habla algo de purépecha, español y un inglés funcional. En realidad, dice "fuck you" (Chinga tu madre) bastante bien. Eso le dijo una mañana a la mujer del policía cuando aquella, al pasar frente a ella mientras estaba arreglando las plantas en su jardín, le dijo alegre e hipócritamente "¡buenos días!"

Se casó tres veces. Cuando le pregunto si los maridos abandonaron la familia, como es el caso a veces — demasiadas veces- con los hombres mexicanos, ella responde: "No, yo los saqué a patadas."

En la vida de Reyna se cruzan los hilos de muchas historias — que son las historias de dos pequeñas ciudades, Cherán, en Michoacán y Watsonville, en California; dos ciudades "proféticas", cuya importancia es mucho más grande que las estadísticas de sus habitantes. Como lo escribimos ayer, Watsonville ha sido el lugar de luchas políticas y laborales, cuyas repercusiones se han sentido mucho más allá del valle del Pájaro. Lo mismo que Cherán: la ciudad más importante de la región purépecha ha servido de caldo de cultivo para el activismo político (El PRD, un partido de oposición, ganó allí las elecciones locales mucho antes de obtener sus muy publicitadas victorias en el año de 1997) y se ha transformado, en la era de la migración, en un símbolo de rápidos cambios, para bien o para mal, por los incesantes movimientos de las personas, el comercio y la cultura a través de las fronteras.

Ella vino al norte por primera vez en 1973, prácticamente empujada por su primer marido (con el que estaba casada contra su voluntad). Comenzó, como todo el mundo, recolectando fresas en los campos. Pero al cabo de un año ya estaba rentando cuatro acres de tierra, supervisando 35 trabajadores y generando una ganancia neta de 20,000 dólares por cosecha.

Illegal poster

Pero desde el inicio era ambivalente acerca de su nueva vida en los Estados Unidos…"Me la pasé 25 años pensando en mi regreso a Cherán, ahorrando dinero y diciéndome a mí misma que este sería el año de mi regreso…"

Ella volvió una vez, en los tardíos años setenta, cuando sus niños todavía eran muy jóvenes (Blanca y Beatriz todavía no había nacido) y abrió un restaurante. Pese a un comienzo lucrativo, tuvo que cerrar después de tres años debido a una serie de acontecimientos imprevistos – incluyendo tipos envidiosos y una burocracia mexicana que conspiraba contra ella.

Volvió a Watsonville y adquirió un trabajo en la compañía de conservas de Watsonville, empacando brócoli, espinaca y chiles desde las seis de la tarde hasta las tres de la mañana; tres horas de sueño para levantarse y preparar a los niños para la escuela…cinco años…sin vacaciones…y luego comenzó la huelga el día nueve de septiembre de 1985 a las cinco de la mañana. Fue un punto decisivo en su vida.

Hay una foto de Reyna en un periódico local, en el que aparece desafiante ante una línea de policías, mostrándoles el dedo del medio. Ella marchó contra la alcaldía, ella marchó contra los jefes. La huelga duró 18 meses. Y aunque pocas de sus demandas fueron tomadas en cuenta por los nuevos dueños de la compañía, ellos mantuvieron sus trabajos – y lo más importante, a su manera de ver, es que "ganamos respeto".

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Desde entonces ha estado en la política. Ayudó a elegir a Óscar Ríos para alcalde después de que la nueva alineación de distritos hiciera posible que un latino subiera al poder. Condujo un boicot contra el McDonald’s local porque el dueño, una mujer mexicana, apoyaba la Propuesta 187 (la iniciativa, que en el año de 1994, buscaba negar los servicios públicos a los inmigrantes ilegales). Hoy, su plataforma política es el césped frente a su casa, sembrado de letreros de apoyo a medidas y candidatos.



No da la impresión de que Reyna vaya a retornar pronto a Cherán… así que ella trajo Cherán a Watsonville. Hay un altar en su sala de estar con velas y cintas y los santos favoritos de los Purépechas, el Santo Niño de Atocha y la Virgen de Guadalupe y las máscaras que se ponen los indios en sus danzas tradicionales. Hay carteles anunciando fiestas y competiciones en su tierra. Y en la cocina hay tazones de vidrio con los ingredientes para las mismas comidas que los Purépechas ha preparado durante cientos de años – cilantro, cebolla, chile pasilla, col…

Ella prepara "churipo", una comida popular purépecha (sopa de carne con caldo condimentada con chile rojo) para sus visitas. La tradición, dice Reyna, es importante. Su hija Bety le ayuda en la cocina. La tradición actúa como una vacuna contra la contaminación de las influencias de este lado de la frontera. Ella cita el ejemplo de su hijo Iván, que parecía seguir un sendero de autodestrucción en las pandillas. Ella lo motivó visitar Cherán. "Allí se encontró a sí mismo", dice Reyna. Él dejo la pandilla.

Por otro lado, ha habido influencias de este lado de la frontera que indudablemente han ayudado a la familia…hubiera sido difícil, por ejemplo, que Reyna se divorciase de su primer marido en su tierra y aun más difícil casarse y divorciarse otras dos veces después de eso. Con mayor certeza, no habría tenido la oportunidad de transformarse en una activista laboral. Probablemente, no habría rentado y trabajado un campo de fresas. Y posiblemente tampoco habría sido capaz de comprarse una casa de cinco cuartos.

El hecho es que sólo dos de sus niños están ahora con ella en la casa, Iván y Bety. Dos de los cuartos están vacíos. Y debido a que Blanca y Aarón tienen una relación problemática con Reyna, incluso las reuniones son raras.

Esta es la vida de Reyna: físicamente presente en Watsonville; conjurando siempre a Cherán en sus altares y sus comidas y en las lecciones de "tradición" que ha tratado de darle a sus niños, pese a que las influencias en su nuevo hogar les atraigan.

Es una historia clásica de inmigrantes: ha perdido algunas cosas preciosas y ganado algunas otras. Sería difícil en este momento para Reyna Guzmán responder la pregunta de que si el intercambio valió la pena. Pero, después de todo, ¿quién lo puede hacer?



Rubén Martínez

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