Los 
                  graffiteros ya no encuentran espacio libre en las paredes del 
                  Lower East Side neoyorkino.  
                Cansados 
                de pintar una y otra vez sobre graffitis, los negocios dejan que 
                sus paredes, puertas o vitrinas se conviertan en papel de ensayo 
                para cualquiera con un marcador en el bolsillo.  
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