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Reseña por Nell Farrell

English

      Geeks:
How Two Lost Boys Rode the Internet out of Idaho.
(De cómo dos muchachos perdidos se suben al internet para salir de Idaho).

por Jon Katz (Villard Books, 2000)

 

Este libro te hará desear haber hecho el esfuerzo y soportado esa difícil carga cuando aún había tiempo. Al igual que aprender un idioma extranjero o un instrumento musical, es mejor volverse un geek en los años formativos, bueno, los años anti-formativos: la adolescencia. La idea misma de que ésta sea una meta deseable indica que una veloz reorganización de la jerarquía social ha ocurrido. Perdí la oportunidad de volverme una geek de esta nueva clase por tan sólo media generación. Y la diferencia entre el geek tradicional y el nuevo geek obsesionado con la tecnología de punta, que se asume como tal, y que es indispensable para los hombres de traje, es absoluta.

Por otra parte, las razones son las mismas que siempre han sido. Alienación. Otredad. Escapismo. Hay momentos en que se estremecerán por la inquietud o bien por la simpatía que se siente hacia ellos y hacia nosotros mismos. Esto es porque lo que John Katz relata en su libro Geeks son los mecanismos internos propios de los geeks, no de sus máquinas. Si estás leyendo esta reseña, si te interesa el libro, probablemente simpatizas con ellos. En tal caso, ten cuidado; Geeks te puede traer recuerdos dolorosos de la prepa y te puede hacer rabiar. Sentir rabia hacia una sociedad que literalmente tortura, en todos los sentidos de la palabra, a aquellos, especialmente a los jóvenes, que no quieren o no pueden ajustarse a ella, lo que generalmente quiere decir las personas listas, creativas, estimulantes e inquisitivas. Y como le escribió la mama de un geek por correo electrónico al autor después de la tragedia en la escuela Columbine en Littleton, Colorado http://www.salon.com/news/special/littleton/: “Me gustaría ver a un adulto que al reportarse a trabajar y ser ridiculizado, humillado, acosado y hecho menos todos los días sin falta, no se volviera loco de atar.” (página 172) ¿Y qué hay con la inquietud? Katz pone fin a toda creencia que tengan sobre la violencia como producto directo de los video juegos y la red, pero es franco con respecto de los aspectos negativos que implica ser un geek (utilizo este término en su nueva acepción, que Katz describe como “un miembro de la nueva élite cultural… que actualmente controla los sistemas que controlan al mundo”). Las personas generalmente se crean una vida alterna en línea cuando sus vidas de carne y hueso sólo les ocasionan dolor y amargura. Y es alto, en mi opinión, el precio que se debe pagar: pasar la mayor parte de las hora de vela frente (¿o dentro?) a la computadora. La causa y el efecto son la falta de interacción frente a frente con otras personas, la falta de experiencias reales y de contacto físico. Y, ¿qué efectos tiene esa forma de vida sobre la sociedad, sobre esos individuos y sobre los excluidos del mundo de la información?

Carta de un geek que Katz recibió. Página 3 del libro.
Jon Katz se interesó en investigar el fenómeno cultural que denomina el Ascenso de los Geeks y comenzó a comunicarse por medio de correos electrónicos con muchas personas que se identifican como tales. Y así fue como conoció a Jesse Daily.

“Él era un geek de la clase obrera que había ya hecho todo lo que era posible hacer con y a una computadora y que se había graduado de la preparatoria desde hacía un año, según escribió Jesse. Estaba trabajando sin mucho entusiasmo en una pequeña tienda de computadoras en una deprimente tienda Caldwell [en Idaho]. Compartía un departamento con Eric Twilegar, un compañero de clase y miembro también del Club de Geeks, quien tenía otra clase de trabajo sin grandes perspectivas: vender computadoras en un Office Max en la cercana ciudad de Nampa. Pasaban la mayor parte de sus vidas en línea, Jesse comentó, jugando, buscando música, descargando software gratuito.” (página xli)

Así comenzó lo que terminó siendo una relación muy personal, de hecho enternecedora, entre el autor y su “sujeto.” Katz visita a los muchachos en Idaho, pasan los ratos en su departamento (cueva) y observa el transcurso de sus días y de sus vidas. Sin embargo, no es capaz de mantener la distancia periodística, y comienza a guiarlos en la transformación de sus vidas. Aunque al principio esto parece ser una infracción por parte de Katz, él no esconde a sus lectores la parte, bastante parecida a la de una hada madrina, que juega en el viaje posterior de Jesse y Eric a Chicago, ni su rol en su lucha por entrar a la universidad.

Carta que aparece en la página 71.

Geeks se lee como una novela, o incluso un diario –lo devoré en unas pocas tardes. Hay momentos en que es algo sentimental, poniendo a Jesse en el papel de “niño lobo” que necesita ser salvado. A veces se desvía para contarnos historias que no tocan directamente el tema central, por ejemplo, sobre el intricado proceso de admisión a la universidad. Katz dedica una sección del libro a las secuelas de Columbine, un trauma para innumerables jóvenes en todo el país que fueron perseguidos por vestirse de negro, por jugar video juegos o por ser rechazados socialmente, en la cacería de brujas alimentada por los medios que siguió a la tragedia, y fue también un parteaguas en la toma de conciencia de los geeks como grupo. Es un tema tangencial, pero el que el autor esté personalmente involucrado tanto en su narrativa como en sus propias acciones hace que sea convincente (Katz entró en contacto con miles de jóvenes a causa de sus escritos y de su petición para llevar a cabo un examen de conciencia de la sociedad para determinar las motivaciones profundas del incidente). Estas desviaciones, sin embargo, debilitan el objeto teórico del libro. Si se trataba de hacer una crónica y una exploración de los cómos y los por qués de este subproducto cultural peculiar de la sociedad estadounidense, me hubiese gustado tener más respuestas –de hecho, más preguntas– sobre la naturaleza y las implicaciones de una vida dominada por la tecnología. Pero lo que Katz sí logra es una historia personal y delicada de cara a un cambio de paradigma cultural que se nos viene encima como un tsunami.

Si tienes algún comentario que hacer sobre este libro, te tomará unos cinco minutos encontrar el correo electrónico de John Katz y comenzar una correspondencia personal con él. Quedé asombrada por este descubrimiento. Qué sencillo. Qué revolucionario. La sociedad sabe que se está balanceando al borde de un universo nuevo, pero nadie sabe aún qué tan grande o pequeño pueda ser. Nuestra estructura legal anticuada, nuestro miedo en general al cambio, nuestra apatía nos confunden. La multitud de cambios rápidos nos dejan atrás. Vean lo que Shawn Fanning hizo con Napster, su sitio en la red. Y a todos los hackers que están por ahí trabajando las veinticuatro horas al día para socavar el Sistema y crear uno nuevo. Es emocionante. Pero hasta no entender la maraña creada por nuestros geeks—o mejor dicho, comprenderla como la estructura compleja y siempre cambiante que es—continuaremos, como sociedad, a tenerles miedo y ellos continuarán a trabajar en un mundo aparte.

Carta de la página 97 del libro.

Éste es un libro sobre paradojas. Conexión y separación simultáneas. Alienación y comunidad. Inclusión y exclusión. Me encontré alentando a Jesse y Eric en su intento por tener éxito en esta vida que ellos han de muchas maneras escogido para sí mismos, a sabiendas de que es diferente y asumiéndola como tal. Me encontré elogiando y sintiéndome un poco celosa de su credo: una curiosidad insaciable, estimulada por ellos mismos, y un deseo por aprender y crear (¿qué tan seguido vemos esto en la cultura mainstream de los Estados Unidos?), una creencia en la autonomía y en el individuo, la creación de una meritocracia, y una bien merecida “invitación abierta a la mejor fiesta del mundo” (página xix) — el internet. Al mismo tiempo que se etiqueta a internet como el invento más emocionante y más lleno de posibilidades de todos los tiempos, persiste el hecho de que estos muchachos están encontrando en internet un muy necesitado refugio. Es grandioso que hayan encontrado, o creado, algo—de aquí el subtítulo del libro—pero esta necesidad no surge de nada positivo. Además, para mantenerse al día en conocimientos y para seguir en el juego, tienen que renunciar, literalmente, a oler las rosas. Pero, este grupo de tecnófilos (techies) encorvados y que se oponen a la sociedad tiene también amplias lecturas y están intelectualmente comprometidos. Geeks no pone en tela de juicio este modo de vida; el subtexto del libro es 100 por ciento a su favor; y al mismo tiempo, la trama del libro es sobre la necesidad de expandirse y conseguirlo. Si bien aún tengo mis reservas, este libro muestra claramente que el término “vida real” no se opone completamente a “vida en pantalla,” y debido a lo borrosa que es la línea divisoria entre ambas, no se puede menospreciar la validez de cualquiera de ellas. Será Jesse quien se ocupe de conciliarlas ambas.

Usted puede enviar sus comentarios sobre esta reseña a: ilpostino@zonezero.com

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*Todos los sitios están en inglés*

Otros escritos de Jon Katz:

Jon Katz writes for Slashdot: News for Nerds. Stuff That Matters.
http://slashdot.org/

Jon Katz articles on Hotwired.
http://search.hotwired.com/search97/s97.vts?Action=FilterSearch&Filter=docs_filter.hts&ResultTemplate=
news.hts&Collection=news&QueryMode=Internet&Query=%22jon%20katz%22

“Introducing Geek Screens” by Jon Katz.
http://www.wired.com/news/culture/0,1284,12686,00.html

Jon Katz writes for the Freedom Forum’s site.
http://www.freedomforum.org/

Excerpt of Geeks.
http://www.zdnet.com/anchordesk/stories/story/0,10738,2434426,00.html

 

Mencionado en el libro:

“ICQ ("I Seek You") is a user-friendly Internet program that notifies you which of your friends and associates are online and enables you to contact them.”
http://web.icq.com/

 

Otras rese–as del libro:

Book Review on The Scene Online
http://www.valleyscene.com/book0600.html