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La educación de un fotógrafo
Editado por Charles H. Traub, Steven Heller, y Adam B. Bel
Publicado por Allworth Press, New York
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Revisión por Hans Durrer
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"Esta animada e idiosincrásica colección de escritos de los diversos pensamientos sobre la fotografía, darán aliento y comprensión a todos aquellos que se ocupan en los medios basados en la lente en el siglo 21. Desde los maestros de principios del siglo 20 hasta los post modernos y después a los incisivos visionarios de hoy en día, este estimulante libro transportará al lector a través del variado paisaje de la fotografía, expresando con elocuencia lo que significa ser un fotógrafo” se lee en la cotraportada, y es verdad —en esencia—, salvo el hecho de que no todos los autores se expresan con tanta claridad y elocuencia como, digamos, John Szarkovsky o Berenice Abbott. Es más, me pregunto ¿qué es lo que hace que alguien se convierta en un “incisivo visionario”? En fin, son detalles que podemos pasar por alto, pues definitivamente vale la pena invertir tiempo en este tomo en el que el lector encontrará muchos estimulantes pensamientos:
Por ejemplo:
En una carta abierta, fechada en 1928, Alexander Rodchenko responde al escepticismo del crítico y teórico Boris Kushner al respecto del valor de la fotografía experimental, declarando que “para acostumbrar a la gente a ver desde nuevos puntos de vista, es esencial tomar fotografías de sujetos cotidianos y familiares desde puntos estratégicos completamente inesperados y en posiciones igualmente inesperadas. Los nuevos sujetos también deben ser fotografiados desde varios ángulos como para presentar una impresión completa de ellos.” Uno se ve tentado a preguntar ¿acaso no resulta obvio?, sin embargo, ciertamente no lo era en el tiempo en el que Rodchenko escribió esta carta y con demasiada frecuencia, tampoco resulta obvio en la actualidad. Rodchenko entra en detalles: “si uno se fija en la historia del arte o la historia de la pintura de todos los países, notará que todas las pinturas, con muy pocas excepciones, han sido elaboradas ya sea a nivel del ombligo o a nivel del ojo.”
También encontramos “Fotografía en las encrucijadas”, un artículo de revista de 1951, escrito por Berenice Abbott, en el que argumenta que la fotografía está ocupada, entre otras cosas, “del realismo —de la vida real—, del ahora.” Muy bien, completamente de acuerdo: la esencia de la fotografía es el estar presente. Permítanme ofrecerles dos citas de este artículo que he encontrado particularmente inspiradoras:
“Muchos fotógrafos pasan demasiado tiempo en el cuarto oscuro y esto trae como consecuencia que el trabajo creativo con la cámara resulta seriamente afectado”.
“Empecemos por decir lo que la fotografía no es. Una foto no es una pintura, ni un poema, ni una sinfonía, ni una danza. No es sólo una imagen linda, tampoco un ejercicio de técnicas de contorsionista y una calidad inmaculada de impresión. Es o debería ser un documento significativo, una declaración punzante que puede ser descrita con una sencilla palabra: selectividad.
Para definir la selección uno puede decir que debería estar enfocada en la clase de tema que golpea fuerte con su impacto y emociona la imaginación al grado de que uno está forzado a tomarla. Las imágenes se desperdician a menos que el poder motivador que lo obligó a uno a actuar sea fuerte e incitante. Los motivos o los puntos de vista sin duda alguna cambian en cada fotógrafo y he aquí donde yace la importante diferencia que distingue un planteamiento de otro. La selección de un contenido fotográfico apropiado viene de la fina unión de un ojo entrenado y una mente con imaginación.”
En el ensayo “Sin título” de Cartier-Bresson, me encontré con lo siguiente: “Fotografiar implica el reconocimiento de un ritmo en el mundo de las cosas reales.” Entiendo que esto significa que para ser un buen fotógrafo uno debe de entender que el mundo real está en constante flujo. Y también debe descubrir los movimientos (el ritmo — ¡muy bien dicho!) de este flujo. ¡Muy cierto!
También tenemos esta brillante declaración de Susan Meiselas: “Mucha gente compra cámaras y película, y mucha gente compra libros de foto de cierto tipo. El ejemplo obvio es la serie de libros “Un día en la vida de”. Ahora bien, ¿cuál es el problema? ¿Por qué la gente no se interesa en lo que los documentalistas encontramos apasionante? ¿Por qué estamos en un ghetto tan pequeño?” Buena pregunta, ¿no es cierto? En realidad, me gusta su respuesta aun más: “Debemos encontrar maneras de llevar a la gente a un lugar a donde no espera ir.”
Lo que hace a este libro especial y recomendable es que mira a la fotografía desde una variedad de perspectivas — desde las reflexiones de los fotógrafos hasta cómo éstos son vistos por los críticos y los profesores; desde pensamientos de algunos escritores acerca de la captura de fotografías (aunque esta sección es un poco pobre, con un largo texto de Wendell Berry y dos más cortos de Cynthia Ozick y Dave Eggers), hasta entrevistas con aquellos que hacen posible que las fotografías encuentren un público (directores de arte, curadores, galeristas, editores visuales, etc).
Disfruté especialmente la entrevista con Robert Pledge, presidente y co-fundador de Contact Press Images (“Cuando conocí a Salgado, en 1974, él tenía 29 años y apenas comenzaba en la fotografía. Él tenía una idea de cómo era el negocio. Recibió algunos golpes tempranos, pero en verdad sabía hacia donde quería ir. Cuando nos conocimos fuimos a un café y me platicó qué era lo que deseaba hacer, y salí de ahí con la impresión de que ese hombre se convertiría en un gigante. Pero además tenía mucha preparación, lo cual es esencial en su obra. Estudió economía y geografía, así que estaba consciente de muchas cosas. Cuando uno echa un vistazo a lo que ha hecho, se da cuenta de que él sabía hacia dónde se dirigía.”). También me impresionó la forma en que Elisabeth Biondi, editora visual de The New Yorker, resumió lo que yo llamaría una ‘atenta aproximación a la toma de fotografías’ (que no es exactamente la regla, debo decir): “Pienso en nuestras fotos como fotografías ‘inteligentes’, esto es, comienzan con un fotógrafo inteligente que piensa qué información, tanto concreta como implícita, debe de ser incorporada a la imagen. Una vez que esto es establecido, es el talento y la estética del fotógrafo lo que determina la calidad de la imagen resultante. En este proceso, por supuesto, necesitamos la cooperación y buena voluntad de los sujetos, ya que el plan mejor pensado puede fracasar si no contamos con ellas.”) También tenemos a Charlotte Cotton, directora de programación cultural en Art + Commerce, quien subraya la importancia de mirar: “Fue un momento fundamental para mi — cambié de ser alguien que venía a la fotografía desde un punto de vista académico, donde a menudo las fotografías sirven para ilustrar argumentos, en lugar de ser objetos en el centro del pensamiento. Aprendí a mirar. No tomo fotografías. No compro fotografías. No acepto fotografías como regalo.”
“La fotografía es nada — lo que me interesa es la vida”, dijo Cartier-Bresson alguna vez. Y aunque comparto esta visión, me gustaría complementarla con esta otra de Dorothea Lange: “La cámara es un instrumento que le enseña a la gente cómo ver sin cámara.”
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