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Fronteras fractales: Hay de fronteras a fronteras; hay fronteras entre países, fronteras internacionales establecidas por la historia, la geografía, el lenguaje y la ley. Las fronteras dentro de las fronteras que surgen por la discordia y por la guerra --fronteras internas, se podría decir, aunque a veces los retenes militares llegan a convertirse en fronteras internacionales-- y a veces las viejas fronteras se desvanecen o cambian. Alemania Oriental y Alemania Occidental, Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, Irlanda del Norte e Irlanda del Sur, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Ya que Texas fue anteriormente parte de México, los amigos mexicanos que me perdonan el que sea gringa dicen que el hecho de que haya nacido en Texas significa que en realidad soy mexicana. (Por otro lado, cuando visito el país del que soy ciudadana, me felicitan por mi inglés y me preguntan dónde lo aprendí; supongo que para ellos me he vuelto una extranjera elocuente.) Las personas cruzan las fronteras y las fronteras cruzan a las personas. Las guerras, las rebeliones y los levantamientos crean fronteras complejas y cambiantes. El caso más barroco que he visto fue durante las pláticas de paz en El Salvador de 1988, cuando las oficinas del nuncio en El Salvador se utilizaron como territorio neutral para las pláticas entre el gobierno salvadoreño y los líderes del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. El FMLN tenía docenas de guardias armados con palos, los rostros cubiertos con paliacates, acordonando un área que se extendía en sinuosidades y penínsulas que se acomodaban al terreno agreste y a las distintas calles y edificios. El ejército salvadoreño tenía guardias armados con ametralladoras, los que formaban un cordón más grande que rodeaba a los guardias del FMLN; el doble cordón serpenteaba dando vuelta a un hotel, yendo de un lado a otro, cruzando varias intersecciones. Los periodistas que queríamos aproximarnos al nuncio fuimos sometidos a revisiones en siete retenes militares de uno y otro ejército a lo largo de dos cuadras, y enseñabamos nuestras diferentes credenciales mientras le tomábamos la medida al siguiente grupo de guardias --¿paliacates y mezclilla o verde olivo?-- para así poder presentar las credenciales apropiadas para evitar el rechazo. Al escribir este ensayo, el área zapatista en Chiapas ha sido algo parecido durante más de dos años, aunque de forma más caótica en unos aspectos y menos endurecida por la guerra en otros. (Después de todo, la confrontación armada ha sido extremadamente escasa; cabe preguntarse si de veras hay una guerra en proceso o si más bien se trata de un ritual prolongado de gestos belicosos y exhortaciones.) Para llegar a territorio zapatista se tienen que pasar varios retenes del ejército, uno saliendo de Tuxtla Gutiérrez, otro entrando a San Cristóbal, otro saliendo de San Cristóbal, otro entrando a Ocosingo y varios más por el camino más adelante. Pasando Ocosingo pueden encontrarse también retenes zapatistas, dependiendo del estado en que se halle la guerra (si es que hay guerra). Y las demarcaciones fractales del territorio son igualmente complejas en el plano local; en los pueblos zapatistas no todos son zapatistas y cada quién sabe quién está de qué lado: "Las familias que viven al sur del pueblo son zapatistas, pero las de las casas junto a la escuela, no." Pero existen fronteras interiores también, y también son cambiantes: las fronteras dentro del corazón y la mente. El levantamiento zapatista tiene un poco más de dos años de haber comenzado; los zapatistas han estado organizando y recabando apoyo en Chiapas desde hace apenas diez años. Esos combatientes no nacieron zapatistas. En algún momento decidieron cruzar esa línea para unirse a un movimiento guerrillero novato y mal equipado. ¿Por qué?
Mujeres de mucha enagua Les pregunté a un grupo de mujeres indígenas chiapanecas qué fue lo que les hizo volverse "activistas" -- les decía "activistas" porque con este término hablando en público en México uno evita señalar a la gente como "zapatista", pero nos entendimos. Me contestaron: "Por los golpes." Al principio pensé que se referían a los golpes de perder sus tierras, sus cosechas, de tener a sus niños desnutridos: los golpes del destino y de la economía. Pero no, hablaban muy literalmente. Me dijeron que era por los golpes que recibían cuando sus maridos las golpeaban. Estábamos sentadas en círculo en un departamento con piso de madera en el Centro Histórico de la Ciudad de México, a un par de cuadras del lugar donde miles de indígenas chiapanecos ocupaban el viejo Zócalo, frente al Palacio Nacional. Estas mujeres formaban parte de ese contingente y habían caminado desde Chiapas --una marcha que duró veinte días-- hasta llegar a la capital para protestar por la manera en que el gobierno mexicano trata a los indígenas. Estaban cansadas, asombradas por el viaje que habían hecho desde sus remotos pueblos en los altos hasta la ciudad más grande del mundo; sin embargo, llevaban su asombro con ecuanimidad. Vestían con elegancia la vestimenta indígena tradicional, enaguas azul marino, las largas piezas de algodón tejido a mano dobladas alrededor de las caderas, ceñidas con refajos rojos, huipiles con bordados rojos sobre fondo blanco, y lucían elaboradas trenzas. La ropa no sólo es hermosa sino que despliega significado. Las identifica como grupo étnico (estas mujeres eran tzotziles y tzeltales) y además indica de qué pueblo son originarias; el arte con que confeccionan las prendas es un signo de sus habilidades con la aguja de coser. De hecho todas ellas eran artistas, escultoras de barro (en la terminología sutilmente racista de México se les llama artesanas para distinguirlas de los "verdaderos" artistas, es decir, de aquellos que trabajan en la tradición europea de las artes). Artistas y revolucionarias, usando el español como el instrumento tosco que es para ellas este segundo idioma aprendido tardíamente, hablan a veces con frases salpicadas de errores; a veces su arcaico estilo de hablar, mezclando un vocabulario preservado durante siglos en aquellas aisladas sierras, omitiendo los artículos, resulta pura poesía. Me dijeron que cuando una mujer es muy activista, dicen de ella que es una mujer de mucha enagua. (Una imagen reveladora y clave para entender a las mujeres zapatistas: a diferencia de la tradición de la mujer europea que asuma la proeza política y militar pero se supone que el hacerlo implica una pérdida de la feminidad, estas mujeres consideran que el activismo de una mujer significa que ella "tiene mucha enagua": es una mujer auténtica.)
La Comandante Ramona a caballo Yo tenía mucha curiosidad sobre estas mujeres zapatistas, que vienen desde sus pueblos ancestrales en los altos de Chiapas, que pertenecen a sociedades indígenas muy tradicionalistas donde la mujer se queda en casa y hace labores específicamente femeninas, cuida de los niños, cocina, cose, y que permanece incluso más aislada que los hombres indígenas debido a que ella generalmente está limitada a su idioma, ya que rara vez habla el suficiente español para tener acceso al mundo exterior. De manera repentina, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional entró en escena con su marcha de año nuevo de 1994 en San Cristóbal, se comenzó a oír que entre los guerrilleros había mujeres indígenas. La primera vez que los líderes zapatistas aparecieron ante la prensa internacional había una mujer entre ellos: la comandante Ramona, con un rifle colgado al hombro, usando pasamontañas con su tradicional vestimenta Chiapaneca. Yo había entrevistado mujeres guerrilleras de El Salvador, pero la mayoría tenía orígenes citadinos y su educacion universitaria incluía la economía marxista y las lecturas de Lenin y el Ché Guevara. Más que los hombres, las mujeres zapatistas parecían salidas de la nada. ¿Cómo sucedió esto? ¿Cómo fue que cruzaron las barreras de lo desconocido para ir desde sus vidas familiares pueblerinas hacia lo desconocido y violento de la rebelión guerrillera? Si ser golpeada por el esposo fuera el único requisito para que una mujer decidiera unirse a la revolución, imagínense la insurrección mundial que se les armaría a los hombres. Sin embargo, para bien o para mal, el maltrato a las mujeres es muchísimo más común que las mujeres revolucionarias: parecería que para que una mujer cruce esa línea se requiere la combinación de varios factores. Y por cierto no todas las mujeres zapatistas son víctimas de maridos golpeadores, ya que muchas de ellas son solteras (aunque una de las mujeres que me contó de "los golpes" me dijo que era soltera pero que la verdad es que no hay mucha diferencia si los golpes proceden del marido o de los padres: el caso es que ella debe liberarse de su tradicional papel de subordinación). De la comandante Ramona, por ejemplo, se dice que decidió hace muchos años, al comienzo del movimiento zapatista, que no se casaría ni tendría hijos, eligiendo a cambio luchar. Comencé a tener una idea de lo que significaba la Comandante Ramona para las mujeres chiapanecas mientras caminaba por un mercado en la calle junto a una placita de San Cristóbal. Pasé junto a mantas amontonadas con ropa de lana bordada a mano, pulseras de macramé, bolsas de piel, resorteras de madera labrada, cajas rosadas y amarillas con bisagras de piel, cuando escuché una voz que pregonaba: "¡Pulseras! ¡Marcos!" Una adolescente chamula exhibía sobre una manta varias pulseras con los diseños más intrincados y hermosos que yo hubiera visto, y muñecos de Marcos de todos tamaños (son los muñecos de tela vestidos a la usanza de los indígenas chiapanecos que se han vendido a los turistas durante décadas, agregándoles nada más un pasamontañas para que se parezcan al subcomandante Marcos). Me arrodillé para verlas mejor y ella comenzó a mostrarme sus mercancías: las pulseras de colores suaves, los muñecos de Marcos y las muñecas de Ramona. Cuando vio que me interesaban las Ramonas se entusiasmó, recordándome la forma en que solíamos hablar de nuestras Barbies con sus diferentes atuendos: "¡Aquí está Ramona a caballo! ¡Aquí está Ramona con su rifle! ¡Aquí está Ramona con el pelo largo! ¿Ve usted cómo le arreglé el pelo? Y aquí tengo una Ramona con un lazo por atrás, para que se pueda colgar. ¡Y aquí está Ramona con su huipil de San Andrés!" Tomé las muñecas y la felicité por su excelente trabajo. Con los ojos centelleantes me dijo que había visto a Ramona: "Ella estuvo aquí." La niña estaba transfigurada de admiración. La presencia de la comandante Ramona en San Cristóbal la había impresionado más que la figura de fantasía internacional del subcomandante Marcos. Ver a Ramona cambió su percepción de ella misma, dotando a su trabajo como fabricante de muñecas de un emocionante significado subversivo. Pero, ¿quién es la comandante Ramona y qué fue lo que de ella inspiró de esta forma a una niña chamula? Pocos hechos se conocen: Ramona es una indígena tzotzil originaria del pueblo de San Andrés (como cualquier chiapaneco puede averiguar, mirando su huipil). Antes de que se uniera a los zapatistas trabajaba como bordadora. Es comandante del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y miembro del Comité Indígena Revolucionario Clandestino; tiene, por tanto, un rango superior al del subcomandante Marcos y los zapatistas le tienen gran respeto. Durante las pláticas de paz de principios de 1994 siempre apareció ante la prensa al lado del mediador, Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal. Tiempo después se decía que Ramona estaba enferma, quizás de cáncer; hubo rumores a fines de 1994 de que se había muerto. En febrero de 1995 los zapatistas distribuyeron un video de Ramona, mostrando una figura borrosa con pasamontañas detrás de una mesa, diciendo: "Estoy enferma y quizás muera pronto", añadiendo que muchos indígenas chiapanecos sufren de desnutrición y enfermedades. Exhortaba a las mujeres mexicanas a organizarse: "no se puede construir un México libre y justo con los brazos cruzados". En la grabación se escucha que su voz se quiebra al hablar, imprimiendo un matiz de intimidad, como si hablara con gran emoción refrenada; a pesar de la distorsión causada por la mala calidad del video, su voz hablando un español con fuerte acento tzotzil era extraordinariamente conmovedora. Para los chiapanecos Ramona es mucho más que una comandante zapatista; se ha vuelto una leyenda investida con poderes casi míticos. Los campesinos indígenas, quejándose de los abusos de los gobernantes locales, dirían: "Nomás espérense a que venga la comandante Ramona y van a ver." Cuando les pregunté a las mujeres chiapanecas que habían venido a la Ciudad de México qué pensaban de Ramona, algunas de sus respuestas me tomaron por sorpresa. Hubo las respuestas esperadas: "Es valiente y se ha atrevido a defender nuestros derechos", pero cuando les pedí ser más específicas alguien me dijo: "La luz brilla de su voz, ella nos muestra el camino", y todas asintieron, como si de esta manera me dieran los datos concretos del asunto. En realidad, me dijeron que no la conocían personalmente (aunque una reconoció después que había negado conocerla en público por no admitirlo enfrente de las otras), pero eso no venía al caso: "Ramona es una estructura, como María. Ella es un símbolo de nuestra lucha. Cuando oímos hablar a Ramona, nos da un poco de sentimiento, hasta lloramos." Fue una mujer europea, profesora universitaria en la Ciudad de México, quien me describió a la comandante Ramona en términos que me permitieron, con mi entendimiento occidental, tener una idea de como es Ramona como persona: "Ella es una mujer pequeña; me llega al hombro (la profesora no es más alta que yo, y yo mido apenas 159 centímetros, así que Ramona debe ser muy bajita), y es muy dulce, muy tierna. Pero es una mujer fuerte. A mi me cuesta seguir su paso cuando caminamos por la selva. Y es comandante; si necesita dar una orden es capaz de decir '¡Háganlo!' a un escuadra de hombres. Y los hombres lo hacen." La profesora europea sentía tanto entusiasmo por Ramona como el de las mujeres chiapanecas, y tendía a terminar sus frases con un "y de hecho... ah, eso no te puedo decir", dando la más provacadora impresión respecto de la fascinante pero prohibida historia de la comandante. Inclusive la naturaleza exacta de la enfermedad de Ramona ha sido mantenida en secreto por los zapatistas debido, creo, a que si esto fuera conocido por el ejército mexicano, podría dificultar que las medicinas llegaran a ella sin ser rastreadas. Esto puede explicar por qué la profesora se veía tan sombría cuando le pregunté su opinión, un par de semanas después, respecto de una campaña organizada por un grupo de mujeres para garantizarle un salvoconducto a Ramona para salir de la selva y recibir atención médica ("Sólo están creando más problemas", me dijo). ¿O quizás su aspecto gris se debía a que Ramona ya había muerto? Me dijo que no importaba si Ramona llegaba a morir: "Su importancia es como símbolo." ¿Entonces, ha sido la comandante Ramona como símbolo que inspiró a las mujeres indígenas a unirse a los zapatistas? Puede ser, en parte, aunque no creo que su imagen baste para inspirar a las mujeres a cruzar esa frontera, por carismática que sea, si no existieran además incentivos concretos para que tomaran esa decisión. Elena Poniatowska afirma que para las mujeres indígenas el zapatismo representa "la mejor opción de vida", y describe el contraste entre las vidas de las mujeres indígenas que no son zapatistas (ganando un sueldo menor por trabajo que no se respeta, obligadas a casarse con hombres que los padres escogen) y las vidas de las mujeres zapatistas (protegidas contra las violaciones, respetadas, cuya salud es preocupación de la comunidad, con acceso a anticonceptivos y con derecho a escoger marido). Creo que existen, además de estas importantes mejoras en las condiciones de vida de las mujeres zapatistas, otros factores que son de igual o más importancia en su decisión de volverse zapatistas. Estas consideraciones tienen que ver con lo que los mexicanos llaman "voz y voto". O, para decirlo en otras palabras: el poder. Quizá la más importante innovación de la que he tenido noticia dentro de las comunidades indígenas zapatistas (que se instituyó años antes del levantamiento armado de 1994) sea el derecho absoluto que tienen las mujeres para asistir y hablar en las asambleas comunitarias. Antes, la participación de la mujer era muy limitada; sólo podían entrar a la asambléa cuando los hombres habían terminado de discutir, dificultándoseles hablar de los asuntos que les importanban. Pero ahora no sólo están dentro del orden del día, sino que ellas mismas lo elaboran. Y aquí fue cuando las cosas empezaron a cambiar para ellas. Sospecho que, el sentirse responsables de los cambios hace que las mujeres sean más zapatistas; el experimentar el poder es más motivador que la gratitud. Marcos escribió en una de sus cartas (las cartas de Marcos, publicadas regularmente en algunos diarios mexicanos, traducidas en el Internet y recopiladas en volúmenes, son consideradas por algunos como una de las principales armas de los zapatistas) que la primera revolución zapatista no ocurrió el primero de enero de 1994 sino en marzo de 1993, cuando las mujeres zapatistas "impusieron" su "Ley revolucionaria sobre las mujeres". Los diez artículos de esta ley incluyen el derecho de las mujeres a participar en la revolución y ganar rangos militares, el derecho a trabajar y recibir un salario justo, el derecho a decidir cuántos niños desean tener, a participar en decisiones de la comunidad y ser elegidas para puestos de responsabilidad, tener derechos prioritarios a servicios de salud y nutrición, recibir educación, elegir a su esposo y estar a salvo de las violaciones y el abuso doméstico. Al permitirles a las mujeres hacer su propia agenda, los zapatistas crearon un mayor incentivo para la participación de la mujer. Las mujeres golpeadas por sus esposos y las niñas a quienes se impedía ir a la escuela y que comían sólo cuando sus hermanos habían terminado, percibieron la revolución zapatista como algo que enfrentaba específicamente sus problemas más apremiantes. Este aspecto del zapatismo parece estar hecho a la medida de las mujeres indígenas. Al mismo tiempo, existe la preocupación de que los cambios culturales en el papel de la mujer no sean tan radicales como para perder lo que valoran de sus tradiciones indígenas. En una reunión estatal las mujeres chiapanecas discutieron en torno a las cosas que quieren preservar de sus tradiciones y las que desean cambiar. Un documento emanado de la reunión menciona el uso de la ropa indígena y la crianza de borregos para la obtención de lana como tradiciones que querían conservar. Mis conversaciones con mujeres zapatistas me llevaron a incluir otro incentivo más para que se volvieran zapatistas: la emoción. La pobreza rural no sólo es miserable, es aburrida. Unirse a los zapatistas significó para muchas viajar a otras comunidades, conocer otra gente, aprender español, así como recibir entrenamiento militar sobre manejo de armas y tácticas guerrilleras. Y la comandante Ramona es un modelo muy apasionante para una niña indígena.
Las fronteras borrosas favorecen a los sin poder El otro lado de la pregunta de por qué las mujeres indígenas se hacen zapatistas es la pregunta de por qué los organizadores zapatistas hicieron grandes esfuerzos para reclutar mujeres. ¿Acaso la milagrosa liberación del machismo fue lo que les inspiró a hacer un levantamiento de igualdad femenina? Discúlpame, Marcos, pero no lo creo. Es más probable que se hayan dado cuenta de las ventajas estratégicas de incluir mujeres en sus filas, y una vez comenzado, no podían dar marcha atrás. De hecho las mujeres resultan ser especialmente aptas para este nuevo tipo de no-guerra, en donde las relaciones públicas son todo, y en donde tener una audiencia internacional sensible a los derechos humanos significa que si cualquiera de los contendientes recurre a los ataques militares y a la violencia de cualquier tipo, esto sería un desprestigio, significaría perder puntos frente a la audiencia internacional. La violencia contra las mujeres conlleva un doble castigo; cuando un grupo de mujeres desarmadas desafía a un convoy del ejército, donde todos son hombres y están armados (como se dice que ocurrió en marzo de 1995 en el pueblo zapatista de La Realidad), esto viene a constituir una victoria sin bajas para los zapatistas al mismo tiempo que pone en rídículo a los soldados: puntos extras. ¿Qué importa que ellas sean ciudadanas apolíticas o simpatizantes zapatistas o miembros del ejército zapatista? Y aunque sean zapatistas, el hecho de que no lo parezcan hace que su victoria sea más llamativa en las notas de prensa; y en esta guerra, la cobertura de la prensa es el principal campo de batalla. Los zapatistas han demostrado sus habilidades para hacer uso extensivo de algo que puede ser una ventaja definitiva en la guerra de guerrillas: las identidades amorfas y las fronteras "borrosas". El pasamontañas de Marcos le permite a la gente proyectar sus fantasías; su imagen amorfa es parte importante de su popularidad. Las amplias e inclusivas plataformas de los zapatistas no marcan límites claros; parecerían ofrecer algo para todos (con excepción de los latifundistas chiapanecos y de los ricos y poderosos del país). En marcado contraste con las revoluciones modernizadoras de Cuba, Nicaragua y El Salvador, que plantearon conceptos como el "socialismo científico" en lugar de la religión y las tradiciones, invitando así la oposición de los seguidores de sistemas de creencias tradicionales, el zapatismo en cambio incorpora una multitud de ideologías y movimientos políticos y recibe apoyo en nombre de la democracia radical de muchas personas y tendencias: de grupos en apoyo de los derechos de los indígenas (y otras minorías) de todo el mundo, de chicanos, ecologistas, feministas, teólogos de la liberación, izquierdistas de todo tipo, estudiantes, grupos de derechos humanos, anarquistas, artistas del performance, músicos y actores. Los zapatistas son como un país que ofrece oportunidades de inversión libres de impuestos para los ciudadanos de cualquier nación. El uso que hacen de las comunicaciones vía Internet les ha permitido aprovechar del apoyo de personas que jamás han pisado suelo mexicano. Alma Guillermoprieto escribe que cuando le cuestionó a Marcos su afirmación de que los zapatistas tomarían la Ciudad de México, él le respondió: "¿Acaso no estábamos ya ahí el dos de enero? Estábamos en todas partes, en la boca de todos -- en el metro, en la radio. Y nuestra bandera estaba en el Zócalo." Las fronteras claramente definidas favorecen el status quo y, por lo tanto, encuentran defensores entre los ricos: son los dueños de las haciendas quienes colocan vidrios de botellas en los muros de las huertas, no los campesinos hambrientos que permanecen afuera. Es Estados Unidos quien patrulla su frontera con México, no el gobierno mexicano (el cual, mientras escribo esto, está considerando una legislación que debilitaría las fronteras, permitiendo a los mexicanos tener doble nacionalidad). De manera contraria, las fronteras borrosas favorecen a los sin poder. Si los zapatistas hubieran decidido sostener sus líneas y presentar batalla, ya hubieran sido derrotados hace mucho tiempo. Su ventaja reside en la fluidez y en la falta de definición. Las mujeres zapatistas con las que hablé también demostraban tener una falta de fronteras en sus vidas particulares, lo cual parece ser una característica común de muchas culturas indígenas; para ellas lo personal es político, aunque jamás se les ocurriría decirlo así. Su conversación revela una perspectiva que no divide y nunca ha dividido sus vidas en distintas esferas. Sus vidas particulares, su activismo político, su identidad de artistas se integran porque nunca han estado separadas: somos artistas que nos volvimos revolucionarias por los golpes. Las mujeres activistas tienen la ventaja de que las identidades particularmente amorfas les han sido asignadas por una cultura machista con un concepto muy limitado de las habilidades de las mujeres; al no ser tomadas en serio por las autoridades, las mujeres pueden ser más radicales y plantear sus opiniones de manera más abierta con un riesgo menor de ser penalizadas. Las mujeres de la Ciudad de México han hecho "manifestaciones" públicas que son reminiscentes de las manifestaciones de las Madres de la Plaza de Mayo argentinas (quienes, por cierto, han expresado su apoyo a las zapatistas) usando teatro callejero para hacer fuertes críticas al gobierno: después de la captura por parte del gobierno de un supuesto "arsenal" zapatista que consistía de unas cuantas pistolas (el "arsenal" fue presentado a la prensa en medio de grandes fanfarrias como justificación de las incursiones del ejército mexicano en territorio zapatista el 9 de febrero de 1995), un grupo de mujeres fue a la Secretaría de Gobernación y depositó una colección de pistolas de agua, ametralladoras de plástico, arcos y flechas de juguete, diciendo que tenían miedo de ser acusadas de tener arsenales en sus casas. En marchas y manifestaciones las primeras pancartas que vi expresando apoyo a los zapatistas eran llevadas por grupos de mujeres, como si las mujeres en esta sociedad pudieran darse el lujo de ser más radicales que los hombres porque corren menos riesgos de ser reprimidas. La comandante Ramona es otro ejemplo de las ventajas de tener una identidad amorfa. A pesar de lo poco que se sabe de ella, mantenida fuera del ojo público, es un símbolo ambiguo que parece gustar a un más amplio espectro de personas que la figura de Marcos. Durante una marcha realizada en la Ciudad de México en febrero de 1995, mientras los hombres coreaban "Todos somos Marcos", las mujeres comenzaron a corear "Todas somos Ramona" (un grito que fue repetido por los asistentes a la marcha en general, hombres y mujeres, y las dos consignas se convirtieron en gritos de rigor en marchas subsecuentes). Un contingente de lesbianas que participaba en la marcha coreaba: "Todos somos Ramona", así como "Lesbianas feministas también somos zapatistas". Un cineasta que ha pasado algún tiempo con los zapatistas es crítico respecto de Marcos, pero le intriga Ramona. Durante un acto patrocinado por una iglesia en el Día Internacional de la Mujer, donde se mostró al público el video de Ramona, una monja sentada a mi lado se puso a llorar. Y confieso que, por razones que no entiendo totalmente, mis ojos también se humedecieron. Pero, ¿qué simboliza Ramona? Usa pasamontañas: estamos seguros de que debe ser hermosa. Habla poco español: sólo nos podemos imaginar la elocuencia detrás de esa voz. Es una mujer pequeña, mortalmente enferma y sin embargo es comandante de un movimiento guerrillero que ha sacudido el sistema político mexicano. Lleva fusil, pero no he escuchado que alguna vez lo haya utilizado. Una mujer indígena de un país del tercer mundo: de los más oprimidos entre los oprimidos. Sin embargo, de alguna forma ella ha convertido esto en ventaja, rehusando ser víctima. Ella simboliza el poder de lo auténtico: las fronteras no cruzan a Ramona, Ramona cruza las fronteras. Con sus enaguas muy bien puestas.
--Traducción de Cuauhtémoc García y Ellen Calmus |