ADOLFO
PATIÑO, UNA NOCHE DE IMAGENES
La imagen de Adolfo Patiño, fotógrafo mexicano, me
remite a fines del siglo pasado. Por entonces tenía una galeria
de arte, La Agencia, en la Colonia Roma. Fui a verlo y compré
una Camiseta de Frida Kahlo, que conservo todavía.
Fue en el simposio "Reflexión de la Imagen" (1991),
donde acudí invitado por Alejandro Castellanos para hablar
de los Hermanos Mayo, cuando volví a ver a Adolfo Patiño.
Creo que entonces era pareja de Laura Anderson. Lo recuerdo ingenioso,
alegre, activo. ¿Un artista-fotógrafo o un fotógrafo-artista?.
Me pareció alguien con criterio propio.
Unos años más tarde, Elisabeth Ferrer ponía
en marcha el proyecto A Shadow Born of Heart. New Photograph in
Mexico, 1995, con una portada de Adolfo Patiño. Un retrato
de Adolfo y Armando, unidos, por un corazón. Un collage en
toda regla. Patiño volvía la mirada a las vanguardias
europeas. ¿Un guiño al "dadaismo"?. Un soporte
artístico -- el de su obra de entonces -- más allá
de la foto en blanco y negro mexicana-indigenista o la foto a color
de los modernos-americanizados de entonces. En terminos pictóricos
la obra de aquella época tenía "buena cocina".
La serie "Elementos para la navegación" (1991-92)
es un trabajo autobiográfico. La foto como documento, introspección,
retrato de familia. Pero también la obra fotografica como
campo de experimentación, aplicación de nuevas técnicas
y renovación de los lenguajes.
Lo decía Elisabeth Ferrer: "su práctica de la
fotografía se convierte en una forma de ejercicio espiritual,
una manera de definir los valores y el lugar de uno en el mundo".
Esa reflexión del "lugar de uno en el mundo" parece
que preocupaba al artista al cumplir el primer medio siglo de vida.
Así parecía desprenderse de unas declaraciones en
el diario La Jornada: "Estoy entrando al umbral del renacimiento,
estoy naciendo en un momento de decadencia mundial, digamos, porque
el arte ya no tiene mucho de sentido filosófico, sino que
se ha vuelto un producto comercial, sobre todo sin identidad con
esto de la globalización".
Siento que, al perder el equilibrio, nocturno, en la terraza de
su propia morada, no pueda gozar del Sistema Nacional de Creadores;
del privilegio de ser honoris causa de la Unam o ver su retrospectiva
en el Museo Carrillo Gil.
A menudo, la moral de los creadores independientes se ajusta mal
al corsé académico de las instituciones.
Volví a encontrar a Adolfo Patiño en la fiesta nocturna
del decimo aniversario del Centro de la Imagen. Una noche alegre,
ruidosa, multitudinaria en la que la alta y la baja cultura de la
fotografía mexicana compartían copas en el mismo patio.
Noche inolvidable y generosa de flashes, bailes y líbido
por doquier. Noche inolvidable de fotógrafos-señoritos
celebrabando sus éxitos y de fotógrafos-reporteros
vendiendo copias firmadas de sus fotos, a bajo precio, para pagarse
el taxi de regreso a casa.
He acudido a mi biblioteca mexicana para ver si tenía un
catálogo suyo, aparecía en la colección Rio
de Luz o siquiera una carpetita de Litográfica Turmex y no
lo he encontrado en el templo de los consagrados. A lo mejor le
compró una obra un coleccionista norteamericano, está
en la fototeca de Alvarez Bravo o hay obra suya en el Centro de
la imagen. Fugitiva eternidad.
Habrá que revisar, con ojo atento, el aporte artístico
de este indomable creador de imágenes, que se fue, sin previo
aviso -- la catrina no avisa, te lleva -- cuando entraba en la mejor
etapa de la vida: obra madura, ideas claras y ganas de vivir.
En este guión, olvidamos que el porvenir es como una página
en blanco que rubrica el azar pletórico de luces y sombras.
Ahora, a los curadores de arte, aunque sean mexicanos, les toca
ser generosos con la obra de Adolfo Patiño.
Manuel
García
Crítico de arte.
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