© Ulises
Castellanos
Christian
Poveda, asesinado a tiros en El Salvador la semana pasada a
la edad de 52 años, fue uno de los fotorreporteros más
talentosos de su generación. También fue un valiente
documentalista, especializado en temas políticamente
controversiales y peligrosos que otros no tocarían.
Christian nació en Argel. Sus abuelos, uno de ellos
anarquista, el otro comunista, fueron exiliados de la España
de Franco, y Christian decía a menudo cuánto
los admiraba por su compromiso político. Después
de la independencia de Argelia, la familia se mudó de
nuevo, esta vez a Francia. Sin entrenamiento formal y un ojo
muy desarrollado, Christian empezó a vender fotos cuando
tenía 19 años, y a lo largo del siguiente decenio
cubrió guerras por todo el mundo, especializándose
en América Latina. Su oportunidad llegó cuando
cubrió la guerra civil en El Salvador, país que
llegó a amar.
Christian
Poveda durante una misión en El Salvador, en enero.
Fue asesinado en la capital, San Salvador, la semana pasada.
Fotografía: José Cabezas/AFP/Getty
Entre
las publicaciones para las que trabajó están
Paris Match, Newsweek y Time. Era posible reconocer al instante
una imagen de Poveda por sus características crudas y
formales, pero al igual que a Robert Capa, cuya vida le sirvió de
modelo, a Poveda no le interesaba la estética. Le importaba
la gente que retrataba y se involucraba verdaderamente en sus
vidas, manteniéndose en contacto mucho tiempo después
de que sus imágenes aparecieran en las revistas a lo largo
del mundo opulento. En los años 80 del siglo pasado, empezó a
realizar documentales, enfocándose en la vida de los jóvenes
boxeadores y luchadores de las zonas marginales. Dentro del mundo
exclusivista y preocupado por el estatus de la teledifusión
francesa, él tenía una reputación de duro — un
forastero cascarrabias e insumiso. Pero los mismos ejecutivos
que se lamentaban de su audacia en las juntas, aceptaban, a veces
con incomodidad, que él conseguía estupendo material
viviendo con sus sujetos mes tras mes, sin importarle las estrecheces
de presupuesto. Desarrolló su propio estilo de hacer periodismo
audiovisual militante, mostrando lo que es vivir en la marginalidad.
Lo conocí en 1995 e hicimos juntos el documental para
televisión Viaje a la extrema derecha, acerca de los movimientos
ultraderechistas europeos, que fue transmitido por toda Europa
en BBC2 y en la cadena francoalemana ARTE. Me parece que Christian
tenía cierto recelo tanto de trabajar con un reportero
de la BBC, educado en Oxbridge, como de si debería darle
difusión a personajes que él describía,
con su habitual sequedad, como “des merdeux” (los
bolsas de mierda). Sin embargo, llegamos a agradarnos y respetarnos
uno al otro. Fuimos violentamente amenazados muchas veces mientras
viajamos por Europa y nunca había trabajado con alguien
tan obstinado y físicamente atrevido.
Christian
era de constitución gruesa y oscuro, como un
toro, con ojos tristes y expresivos. Desarrollamos un método
reporteril peculiar. Nos plantábamos frente a un político
racista, mientras bloqueábamos cualquier posible salida;
como soy alto, podía imponerme sobre el entrevistado.
Le hacía las mismas preguntas una y otra vez hasta que
nuestra víctima exigiera que se terminara la entrevista
o que con fastidio escupiera sus opiniones. A pesar de tomar
mucho tiempo, este método demostró ser muy exitoso
de cuando en cuando.
Christian
me enseñó que uno nunca debe hacer concesiones
a gente a la que se detesta por una causa justa. Pero incluso
llegué a notar que los miembros del Frente Nacional respetaban
a Christian porque nunca, ni por un momento, fingió no
tener aversión por todo lo que ellos representaban. Sus
propias expresiones de satisfacción estaban rigurosamente
confinadas a la condición de haber triunfado sobre las
fuerzas de la oscuridad. Si fracasábamos, se la pasaba
desconsolado y ahogaba sus penas en Bandol, su vino tinto favorito
que también es, para horror de Christian, el favorito
del Frente Nacional. Después del último de nuestros
numerosos duelos con Jean-Marie Le Pen, él rebosaba de
satisfacción. “On l’a baisé bel et
bien”, me dijo. (“De veras lo fastidiamos …”)
Estaba muy satisfecho porque la película fue exhibida
en muchos festivales por todo el mundo. Se convirtió en
una de las películas más exitosas de la cadena
ARTE, y fue usada en escuelas de periodismo como ilustración
de cómo reportear a los racistas sin permitirles que evadan
la responsabilidad por sus puntos de vista.
Christian
permaneció semialejado de la escena francesa,
pero se las arregló bien para ganarse la vida, subsidiando
sus películas con comisiones fotográficas más
lucrativas. Después de separarse de su esposa Tamsin,
empezó a pasar cada vez más tiempo en su querido
El Salvador. En el documental La Vida Loca que fue el resultado
de más de cuatro años de trabajo, observó la
vida de los pandilleros juveniles de San Salvador, con especial
atención en la Mara 18, caracterizada por sus abundantes
tatuajes, documentando las iniciaciones de la pandilla, el tráfico
y consumo de drogas, y los funerales. Los miembros de la pandilla
son asesinados en la película, y es claro que pocos o
ninguno de los pintorescamente llamados niños (una de
los cuales es llamada “La Chucky”, por el personaje
de la película de horror Juego de niños) alcanzará la
edad adulta. “Debemos tratar de entender por qué un
chico de 12 o 13 años se une a una pandilla y da su vida
por ella”, dijo Christian. Él quería mostrarnos
que para estos chicos no puede haber otro desenlace. La película
es cruda, bella y envolvente, como lo mejor de su obra. La semana
pasada, La vida loca estaba por ser estrenada en Francia. Christian
le llamó a sus amigos, con la preocupación de que
los DVDs pirateados circulaban libremente. Había escuchado
que muchas de las pandillas, así como la policía,
no estaban contentas con la película. Pero siguió filmando
en Tonacatepeque, un barrio localizado a unos 16 km de San Salvador.
Cuando volvió, fue emboscado y, sentado dentro de su auto,
le dispararon varias veces en la cabeza. La policía arrestó a
un pandillero. “Christian es sólo uno de las 10
personas que morirán hoy”, escribió un fotógrafo
salvadoreño en el periódico digital El Faro. “Si
miras mucho en la garganta del león, al final te come.”
*Christian Poveda, fotorreportero y documentalista, nacido el
12 de enero de 1957, muerto el 2 de septiembre de 2009.
Nick
Fraser
guardian.co.uk, Domingo 6 de septiembre de 2009 18.47 BST
© Christian
Poveda
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