No
me interesa atribuirle ningún tipo de moralidad al sexo en crisis.
Que se encarguen de eso las Coaliciones Cristianas del mundo y
existe un grupo en México hoy en día, llamado Pro-Vida,
que va bien encaminado a convertirse en un representante del poder moral
y político de los más infames (entiéndase: del
tipo americano). |
Lo que sí quiero decir es que a final de cuentas, mi experiencia de los sentidos, y de lo insensato, en México, negaba al cuerpo por completo. Y sé que no era el único en sentir esto, que el sexo en crisis es menos una manifestación de liberación sexual que de desesperación, aunque y esto es lo irónico el mismo hecho de que lo sexual esté tan al aire en toda la sociedad mexicana hoy en día, sí parece estar fomentando la tolerancia en un país famoso por su intolerancia de la diferencia, sexual o de otro tipo. Conforme
la carne se hace pública, inevitablemente surgen preguntas. Antes
de la crisis uno no hablaba acerca de la economía política
patriarcal de la prostitución, ni la misoginia y la homofobia
formaban parte del discurso público, ni hablábamos de
prevenir las enfermedades transmitidas sexualmente, o de la bisexualidad,
o discutíamos sobre el sexo y el amor y de si uno puede existir
sin el otro. |
Un círculo curioso: negamos el cuerpo por desesperación, pero es resucitado instantáneamente, precisamente porque fue nuestra desesperación la que salió del clóset para que se le diera forma en la carne, un dolor privado vuelto, insoportable y aterradoramente, público. Es como si y ésta es una noción cuasi-católica sólo a través de un viaje al corazón de la decadencia pudiéramos darnos cuenta que era el espíritu el que estaba gritando todo este tiempo. Otro
país está naciendo aquí, un país que siempre
cargará con su recuerdo doloroso, pero que quizá pueda
aprender a vivir con sus contradicciones hechas públicas, sus
demonios soltados a la plaza pública, por así decir, donde
los mexicanos están cogiendo como nunca antes. |