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WATSONVILLE, CALIFORNIA
Miguel Ramos satisface los requisitos del "Migrante que Realiza el Sueño Americano", aunque su visión de ese sueño es radicalmente diferente al sueño de Reyna Guzmán. Si los dos alguna vez se llegaran a encontrar, seguramente habrían de tener un altercado. Reyna es una heroína de la izquierda de Watsonville. Miguel recientemente ha adquirido notoriedad, como un símbolo vivo del "patrón maldito", para la Unión de Trabajadores Agrícolas. Una demanda presentada por la Unión declara que Ramos y su familia organizaron y fundaron el Comité Agrícola de Trabajadores, un grupo contrario a los trabajadores del sindicato, rompiendo así la ley laboral de los Estados Unidos. Él niega los cargos. Todo esto fue un shock para Joe y yo. Nosotros conocimos a Miguel y sus hermanos, Juan y Antonio, el año pasado, cuando visitamos Watsonville, siguiendo el sendero de los hermanos Chávez en su fatídico trayecto desde Cherán. En la hacienda de Ramos encontramos que las condiciones se encontraban entre las mejores que habíamos visto: los baños estaban limpios; los descansos de la mañana, la comida y la tarde eran observados según la reglas; había una justa distribución del ingreso; las quejas de los trabajadores eran poco frecuentes. También encontramos que el ánimo entre los trabajadores era bastante alto. Florentino y Fernándo Chávez, los hermanos sobrevivientes, nos hablaban a menudo de la generosidad del patrón: les prestaba dinero para viajar a Estados Unidos y les aseguraba la vivienda. Miguel es nativo de San Luis de la Paz, Guanajuato. Llegó a Watsonville en los tardíos años sesenta y comenzó desde abajo, recolectando fresas. Hoy en día, él es el patrón de Ramos Farm, una docena de acres con campos de fresas, trabajadas por cerca de 50 manos, mayormente de Michoacán. A los 42 años, Miguel es un hombre alto, notable, con un mechón de cabello gris, partido en la mitad sobre un rostro bello, una cara indígena de ojos rasgados, nariz chata y labios llenos. Viste una serie de gorras de béisbol sucias y desteñidas y, de vez en cuando, un sombrero de paja manchado de sudor, del tipo usado por los agricultores pobres en México. Casi siempre se pone overalls azules, como el de un mecánico de automóvil. A menudo le mete mano a los motores de los tractores y camiones de la hacienda. Hablamos con él en la oficina de la hacienda, a pocos pasos de los campos de fresas. En las paredes se encuentran carteles de Emiliano Zapata y de toreros mexicanos, así como el mapa de Michoacán. Cuanto más hablamos con Miguel, más notamos su filosofía antisindicalista y claramente de derecha. "Yo no soy un demócrata o un republicano", nos dice, ya que todavía no es un ciudadano del país (se encuentra en la lista de espera). "Pero si pudiera votar, no sería un demócrata". Más que nada, sin embargo, Miguel se considera un "americano". Y, por supuesto, lo es: sólo que un tipo diferente de americano de los que estamos acostumbrados a encontrar en el sendero de los migrantes. Miguel es el clásico hombre que se hizo a partir de la nada. Él nos cuenta de las terribles condiciones que encontró en los campos de Watsonville cuando llegó por primera vez de la falta de baños y de agua para tomar y de los patrones blancos (cuando habla con rabia de los americanos blancos los llama "yanquis") chasqueando los látigos proverbiales sobre los peones morenos. Pero él habla de los migrantes actuales y moviendo su cabeza. Afirma: "Ellos necesitan un cambio de mentalidad. Yo estoy en este país, mis niños nacieron aquí, yo contribuyo a esta comunidad pero estos tipos ahorran su dinero para construir casas en México. Deberían dejar de resistir el sentirse como americanos." "Ser "americano" para Miguel significa abandonar México. Permitir que nuevas raíces se hundan en el suelo estadunidense. El idioma inglés. La nacionalidad. La participación política. "Ser americano es estar en esta comunidad y aportar a ella. Ir a las reuniones de la alcaldía y no sólo jugar fútbol." "Empezamos a vivir de nuestros recuerdos", dice Miguel. "Los migrantes vuelven a casa y cuentan historias espectaculares '¡Hice 120 dólares en un día! ' y cuando estamos acá no queremos ser americanos, decimos 'la raza', decimos 'chicano' ". Él pronuncia el término radical con un pronunciado desagrado. Pero hay momentos en que Miguel suena bastante digamos, chicano al menos en el sentido cultural. Entre sus críticas ("El Sindicato de Trabajadores Agrícolas nos pintan a todos como 'pobres y pequeños peones' pero sólo quieren el poder para sí mismos"), recuerda su propia juventud y sus amargos recuerdos de los "yanquis." "El jefe siempre era un blanco". Él recuerda que aun en México las élites eran blancas. "Pero", dice "por más antiamericano que sea, ahora soy uno de ellos." Y, sin embargo Miguel bautizó a su primer hijo con nombres mayas: Quitze Balam, que en la lengua indígena quiere decir "tigre sonriente", lo que significa que los amigos americanos de su hijo siempre se referirán a él en el lenguaje ancestral. ¿Qué pensar de Miguel Ramos? Por más resuelto que él esté acerca de ser "americano", su alma está claramente dividida. Y ahora se encuentra en el medio de la política sindical, del lado de la línea generalmente poblada por los mismos "yanquis" que él aborrecía y todavía aborrece. El no lo admite abiertamente, quizá no se lo puede admitir incluso a sí mismo, pero esta debe ser una ironía dolorosa. Se ha colocado en un territorio muy solitario: peleado con la política que prevalece entre "su gente", él es obviamente el hombre dispar entre los granjeros del valle del Pájaro, que son en su mayoría blancos, comparta o no sus políticas. Desde la puerta de la oficina podemos mirar hacia los campos y ver a los trabajadores inclinados sobre las largas filas de hojas color verde menta en la tarde fría, gris y lluviosa. Trabajando con las dos manos, cada trabajador corta rápidamente un par de fresas de la planta con rápidos golpes de la muñeca, las amontona cuidadosamente en el recipiente de cartón y luego empuja el pequeño carrito de fierro otro par de centímetros a lo largo de la fila a través de la tierra cada vez más lodosa. Los trabajadores están envueltos en bolsas de basura para evitar mojarse hasta la piel. "Estos son nuestros impermeables disponibles", dice Miguel. Miguel tiene un cierto aire patricio, una especie de benevolencia condescendiente envuelta en un estilo americano conservador. Nosotros no podemos comprobar, para este proyecto, si los alegatos contra Miguel son ciertos. Lo que sí sabemos es que aunque Miguel Ramos y Reyna Guzmán son políticamente opuestos, su dilema existencial es esencialmente el mismo.
_________ Mañana es el cumpleaños de Joe, pero le ayudo a celebrarlo hoy. Después de comer por dias en cafeterias y tiendas naturistas para Joe, en un gesto extravagantemente, lo invito a cenar en la avenida Pacífico en Santa Cruz, la avenida principal llena de librerías, cafés y restaurantes. (A temprana hora del día, Miguel Ramos, informado del cumpleaños, le dio a Joe una caja de fresas y dos puros cubanos Cohibas auténticos) La transición de los campos agricolas al nuevo mundo de Santa Cruz es un corte de cámara que me deja nervioso medio deprimido, medio furioso. A veces pienso que este es el resultado de hacer todo lo que puedo para ver el mundo desde la perspectiva de los migrantes. En otras ocasiones no estoy tan seguro si es el punto de vista de los migrantes el que hace que mire a los blancos de clase media sentándose para consumir una cena elegante, que fue recogida, limpiada y preparada por sirvientes morenos; quizás es sólo mi propia relación conflictiva entre mi yo "blanco" y mi otro yo "moreno".
En la avenida Pacífico nos topamos con un conjunto surrealista de caracteres callejeros que sólo podrían aparecer en California. Ratas de patinetasin su patineta, ya que hay reglas estrictas contra el uso de las mismas en el centro de Santa Cruz se juntan alrededor de nosotros al estar Joe fotografíando escenas de la calle. Un chico, que tiene la cara de Jimi Hendrix tatuada en la parte interna de su antebrazo, comienza a tocar su guitarra para nosotros. Un jipi envejecido y encorvado, vestido con una camiseta teñida a mano deambula frente a nosotros. Muchachas con orejas, narices, labios y ombligos perforados. Es Haight-Ashbury y la avenida Telegraph y la playa de Venice alrededor del 67, todo de regreso nuevamente.
_________ Joe y yo nos hemos mudado de la casa de Barrios Unidos a la casa de Ronaldo Barrioz, un activista cultural chicano, que vive en una casa encantadora de dos cuartos en Santa Cruz, a sólo una cuadra del paseo. Él es parte de un grupo de artistas latinos e intelectuales, incluyendo a Manuel Rivas (antiguamente de Barrios Unidos, pero también un programador de radio y un buen ejecutante de música folclórica mexicana), Julie Reynolds (una mexicana honoraria, después de años de editar El Andar, una publicación latina local que se ha propuesto alcanzar nivel nacional ), Jorge Chino, también del grupo original Andar , que acaba de completar un curso de en la Escuela de Negocios de Harvard (esperando preparar la publicación para la nueva economía mundial, sin duda), un joven fotógrafo llamado Paul Meyers, que se está creando un nombre con su estilo impetuoso, frecuentando bares de migrantes locales y la zona conflictiva de ChiapasŠ En pocas palabras, nos encontramos entre el típico círculo de arte multiétnico de California. Hacemos una fiesta en casa de Reynaldo, donde una bailarina afroamericana llamada Bhavananda, que sale con un fotógrafo holandés llamado Janjaap Dekker, baila furiosamente salsa con Julie; donde Reynaldo pone por las nubes un taller japonés de tambor taiko, al que asistió anteriormente ese día; donde yo paso del español al inglés y viceversa; donde Joe sufre por su Leica, que se le resbaló de su hombro fuera de la casa de Reynaldo y fue a dar contra el pavimento con el lente por delante, aunque más tarde sale de su pesar y le da un inspirado sermón motivador al joven Paul, que está por embarcarse en un nuevo viaje hacia México (viajando con el tren burro desde Mexicali hasta Chiapas). "Yo, duke" dice, con su inimitable acento de Brooklyn, "tú necesitas mejorar tu composición, tú realmente necesitas trabajar en la composición, pero más que nada necesitas tener algo de confianza, ¿eh? Métete en eso día tras día y manténte en eso y cree en ti mismo, aunque te deprimas, y te vas a deprimir, habrá días en que no querrás siquiera arrastrarte fuera del hotel y entrar en las casas de la gente y en las vidas de la gente y en la mierda de la genteŠpero lo vas a hacer. Y si no lo haces, voy a ir hasta allá para patearte en el culo hasta que lo hagas."
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