Irlanda, colonización y política
Aunque es mucho menos conocida, la tradición muralística
en el norte de Irlanda es tan antigua como la de México. Sin
embargo, la variedad de temas y estilos en el contexto irlandés
es mucho más limitada que en ese país. Durante mucho tiempo
los murales reflejaron solamente un único punto de vista: el
unionista. Para entender el movimiento muralístico en el norte
de Irlanda es necesario echar un vistazo histórico al contexto
político y social.
La expansión colonial británica se desarrolló
a lo largo de varios siglos, e Irlanda fue uno de los primeros países
invadidos. Hacia el siglo XVII el norte de Irlanda escapaba un poco
al control británico, lo que dio origen a una política
de "implantación" como una estrategia clave para pacificar la
zona. Colonos de Inglaterra y Escocia recibieron las mejores tierras
y construyeron pueblos fortificados. Por si no bastara, a fines del
siglo XVII se desencadenó una serie de batallas en Irlanda entre
los dos contendientes al trono inglés, el rey Jaime IV y su oponente
(y yerno), el príncipe Guillermo de Orange (en Holanda), más
tarde Guillermo III. Aunque no fue la más decisiva de estas batallas,
pero eventualmente la más celebrada, la Batalla del Boyne ocurrió
en julio de 1690.
La agitación en favor de la independencia política de
Inglaterra ha sido común desde la época de la implantación,
sucediéndose numerosos intentos militares y políticos
de parte de los ingleses para contener la insurgencia. Así, después
de la fallida rebelión de los Irlandeses Unidos de 1798, se aprobó
la Constitución de la Unión, creando el Reino Unido de
Inglaterra e Irlanda en 1801. Esto sirvió para moldear las alianzas
políticas que existen hasta nuestros días; así,
los unionistas son los que quieren preservar el vínculo político
entre Irlanda del Norte e Inglaterra, y los nacionalistas los que desean
cortar ese vínculo en favor de una Irlanda unificada.(1)
La lucha por la independencia política alcanzó el clímax
a finales del siglo pasado y en las dos primeras décadas de éste.
Los acontecimientos determinantes de esta lucha fueron la rebelión
nacionalista de 1916, el Levantamiento de Pascua y la subsecuente Guerra
de Independencia. Los británicos dividieron Irlanda en 1921,
creando dos nuevos estados. En el sur, el "Estado Libre Irlandés"
tenía cierta apariencia de independencia en tanto que en el norte,
"Irlanda del Norte", el poder quedaba en manos de un único partido,
el de los unionistas.
Los nacionalistas quedaron relegados, de muchas formas &emdash;social,
política y culturalmente&emdash;, a los márgenes de la
sociedad. Eventualmente, las demandas nacionalistas de igualdad llevaron
a la campaña por los Derechos Civiles a fines de los años
sesenta. La negativa del gobierno unionista para realizar algunas reformas
animó a los ingleses a enviar tropas para restaurar el orden
en 1969. Eso condujo también al resurgimiento del Ejército
Republicano Irlandés (ERI), descendientes políticos de
aquellos que habían combatido a los ingleses en 1916. No pasó
mucho tiempo antes de que el ERI y el ejército inglés
se vieran enfrascados en una guerra de baja intensidad. Los unionistas
no se quedaron atrás; la Fuerza de Voluntarios del Ulster (FVU)
y la Asociación de Defensa del Ulster (ADU) participaron de las
acciones militares, principalmente en actividades terroristas entre
la comunidad nacionalista. Durante veinticinco años las actividades
de estas tres facciones armadas constituyen lo que se ha dado en llamar
eufemísticamente como "los problemas de Irlanda del Norte".
Los murales en el Norte de Irlanda
En medio de la agitación política que llevó al
establecimiento del estado de Irlanda del Norte, los obreros unionistas
empezaron a pintar murales; el primero fue en el este de Belfast en
1908 y en él se representaba la Batalla del Boyne. Con la emergencia
y consolidación del estado norirlandés, los murales devinieron
parte integral de las celebraciones anuales de este acontecimiento el
12 de julio (conocido como "el Doce"). El rey Billy, como se le llamaba
afectuosamente, cabalgando en su caballo blanco a través del
río Boyne, era la imagen más común, aunque también
se pintaban ocasionalmente otros hechos históricos de importancia
para los unionistas. También eran comunes las banderas, los escudos
y otros temas de la imaginería heráldica.
El Doce representaba la "comunidad imaginada" del unionismo en su forma
más pura; no importaba que los obreros unionistas estuvieran
enfrentados a sus patrones unionistas casi el resto del año,
por lo menos en esta fecha se juntaban para celebrar como una gran familia
unionista. Los murales eran un elemento clave en la celebración
y en la creación de esa unidad. En ese sentido, se parecían
más a los murales medievales que a los que se pintaron en México
por la misma época.(2) De hecho, es probable que los murales
unionistas sean únicos en este siglo, habiendo surgido de una
ideología comprometida con el conservadurismo y el mantenimiento
del statu quo más que con la liberación, el antimperialismo
y el socialismo.
A fines de la década de los sesenta y principios de la de los
setenta, la penetración del capital transnacional, que debilitó
la base del capital local unionista, los británicos reformaron
el estado norirlandés y, finalmente, la campaña militar
del ERI puso a discusión la identidad unionista. Esto se hizo
evidente en los muros. La cantidad de murales disminuyó, en particular
los que representaban al rey Billy. Los murales heráldicos continuaron,
pero eventualmente surgió una nueva variedad, que es ahora la
forma más común de la imaginería unionista: los
murales de temas militares. Abundan los hombres con balaclavas blandiendo
AK47s, lanzacohetes, etc., y con frecuencia las leyendas que los acompañan
son escalofriantes. El unionismo bajo sitio ha producido la gama más
estrecha posible de símbolos y mensajes en su arte político.
Durante una buena parte de la existencia del estado norirlandés,
los republicanos no pintaron murales. El estado se fundó sobre
los privilegios y el dominio unionista, y las calles eran vigiladas
por la policía unionista. Aunque los nacionalistas y los republicanos
protestaban con frecuencia por su condición de ciudadanos de
segunda clase y por la discriminación, no tenían acceso
a los muros, ni siquiera a los de sus propios ghettos.
La huelga de hambre republicana de 1981 cambió todo eso. La
huelga fue lidereada por presos republicanos que exigían el estatus
de prisioneros de guerra; poco más tarde esa huelga ocasionaría
la muerte de diez de ellos. Numerosos nacionalistas y republicanos tomaron
las calles para apoyar la protesta de los presos, y parte de la expropiación
del espacio público fue la realización de murales en favor
de la huelga.(3) Los primeros murales republicanos se referían
a la huelga de hambre y a la lucha armada del ERI. Con el fin de la
huelga, los murales republicanos abordaron otros temas: la represión
del estado, la resistencia popular, campañas republicanas de
elecciones y la solidaridad internacional. A lo largo de este desarrollo
estaba la fluctuante pero regular aparición de símbolos
militares en los murales. Al igual que los unionistas, los republicanos
hacían desfilar a sus hombres encapuchados con sus armas. La
diferencia, sin embargo, era que, en vista de la gran variedad de temas
en los murales republicanos, las imágenes militares nunca han
prevalecido en ellos como en los del lado unionista.
La existencia de estos murales reveló la importancia central
de la "lucha armada" en la estrategia republicana. Pero es importante
resaltar que el mensaje antimperialista también se articulaba
en los murales sobre la solidaridad internacional. Los muralistas republicanos
han encontrado ecos de su propia lucha en las de la Organización
para la Liberación Palestina, el Congreso Nacional Africano (CNA),
la Organización del Pueblo Sudafricano y la de los Sandinistas.
Nelson Mandela, el Ché Guevara, Zapata y Lenin aparecían
en los muros del oeste de Belfast y en Derry. En esto es en lo que se
diferencian básicamente los murales republicanos de los unionistas.
Estos últimos tienen escasas referencias internacionales; algunas
de ellas (como la supremacía blanca en Sudáfrica) han
perdido influencia, y ninguno de ellos se destaca por su arte político.
Arte político, transición política
En febrero de 1990, cuando ya se veía el fin del apartheid en
Sudáfrica, Albie Sachs, activista político y víctima
de un intento terrorista de asesinato por parte del estado, dirigió
algunas provocadoras cuestiones sobre cultura a sus compañeros
del CNA. Clamaba por una moratoria en el uso de la metáfora de
la "cultura como arma", que admitía haber usado con frecuencia
él mismo en el pasado. "Un arma es un arma, y si estuviera llena
de contradicciones, se dispararía en todas direcciones y sería
inútil para sus fines", decía. El arte y la literatura,
por otra parte, se mueven en la ambigüedad y la complejidad. Los
artistas necesitan explorar el mundo a su alrededor en toda su complejidad,
y esto incluye a los artistas que son miembros del movimiento de liberación.
Sin embargo, una tarea tan sutil como ésta no es algo a lo que
ellos están acostumbrados.
"En lugar de conseguir una crítica real, sólo tenemos
una crítica solidaria. A nuestros artistas no se les estimula
para que mejoren la calidad de su trabajo; es suficiente con que sea
políticamente correcto. Mientras más puños y lanzas
y armas, mejor."(4)
Si provinieran de alguien menos reconocido, estas críticas podrían
equivaler a la deslealtad. Pero el propósito de Sachs era retar
al movimiento de liberación, y especialmente a sus artistas,
a vislumbrar un nuevo papel para ellos mismos en la transición
a una nueva Sudáfrica.
Cuatro décadas después de este discurso, Nelson Mandela
se convertía en el primer presidente elegido democráticamente
en Sudáfrica. Y en el mismo año el Ejército Republicano
Irlandés llamó a un cese al fuego en un intento por facilitar
las negociaciones que, según ellos, llevarían a los británicos
a retirarse y al establecimiento de nuevas estructuras en Irlanda con
las que estuvieran de acuerdo todos los irlandeses. También los
unionistas llamaron más tarde al cese al fuego. Como en Sudáfrica
en los tiempos del artículo de Sachs, Irlanda parecía
haber entrado a una nueva fase, una fase de transición.
Irlanda también tiene su crítica cultural, quizá
no de la misma estatura que la de Sachs, pero con críticas similares
en el interior del movimiento antimperialista. Reunidos en torno a organizaciones
como Derry Frontline y 2020 Vision (también en Derry), un grupo
de activistas de la comunidad, artistas y jóvenes, discutían
el papel de la cultura en la batalla por la liberación de abril
de 1991:
...la cultura republicana podría
dotar a una minoría de un sentido de solidaridad y de historia.
Pero mientras se defina a sí misma solamente como Fuera los Ingleses,
permanecerá exclusivamente como opositora, contradictoria, sin
ofrecer una visión del futuro. Como tal, no puede reclamar el
estatus de cultura de la liberación. Pero al mismo tiempo, no
deberíamos subestimar nuestra cultura de resistencia ... ésta
tiene el potencial de convertirse en la motivación que desarrollará
y sostendrá la cultura de la liberación.(5)
Situaciones políticas parecidas, críticas semejantes.
La pregunta es: ¿cuál es, si es que lo hay, el papel de
los artistas políticos en el nuevo clima de Irlanda?
La tensión entre propaganda y complejidad
Lo primero que debe anotarse es que tales críticas no deben
llevar al rechazo del periodo anterior ni de sus productos culturales.
Al calor de la batalla, en especial cuando hay insurrección armada
y represión del estado, la atmósfera no es particularmente
propicia para las sutilezas artísticas. Mientras la guerra siga
el arte político también será un arma. La guerra
actual en Irlanda ha durado un cuarto de siglo, y no hay, al momento
de escribir estas notas, ninguna garantía de que el gobierno
británico será suficientemente imaginativo o entusiasta
como para facilitar un cambio político a corto plazo, a pesar
de la oportunidad única que se presentó como resultado
de los ceses al fuego de los republicanos y de los unionistas. Hay,
por tanto, algunos debates en torno a si la guerra, de hecho, ha terminado
o, como se lee en algunos murales republicanos militares en el sur de
Armagh, solamente "en suspenso". En vista de esto, hay límites
a la posibilidad de que los artistas políticos rompan con la
estrecha visión propagandística de que "el arte es un
arma" y se muevan hacia consideraciones más inteligentes y complejas
de lo que podría ser una visión del futuro. No parece
haber ninguna urgencia en dejar de pintar armas, uniformes y hombres
encapuchados, los cuales, en el contexto sudafricano, Sachs juzgaba
anacrónicos, pero que han sido prominentes en los murales irlandeses.
Hay una limitación más en las posibilidades de moverse
de mensajes simples a investigaciones complejas en el caso irlandés.
La mayoría de los muralistas de ambos bandos son improvisados.
Sin embargo, han abrazado, en busca de la educación política
y la agitación, una forma de arte que requiere ciertos niveles
de habilidad, principalmente para la pintura narrativa y figurativa.
Más aún, con frecuencia es difícil para los pintores
improvisados trasladar sus bien articulados y ensayados discursos políticos
a formas visuales sin recurrir a clichés gastados. A pesar de
estas limitaciones, debe decirse que la crítica de los muralistas
políticos proviene más a menudo de quienes tienen un hacha
política que afilar, tanto los representantes de partidos o ideologías
contrarias como de los que esgrimen las opiniones del establishment
artístico. Estos últimos con frecuencia desprecian a los
muralistas debido a que ignoran las minucias del arte contemporáneo
y carecen de educación formal, sin reconocer que hay una gran
destreza en las piezas que producen los muralistas.(6)
Hay una tercera cuestión, muchas veces los que rechazan los
murales no se toman el tiempo para mirarlos más detenidamente,
perdiéndose así de su complejidad. Como los anuncios que
parecen escandalosos, burdos y poco sutiles, los murales políticos
se aprecian como si aporrearan al espectador que no simpatiza con ellos;
pero, de manera similar a los anuncios, que han perfeccionado el arte
de contar historias complejas de maneras engañosamente simples,
los murales políticos con frecuencia presentan cuestiones profundas
de forma sencilla. La complejidad, así, muchas veces reside en
el ojo del espectador. Por ejemplo, es posible mirar un mural que conmemora
la muerte de una víctima de una bala de plástico y ver
solamente soldados, armas y niños inocentes, una colección
de clichés simplistas en apariencia. Pero si la víctima
era un amigo, un vecino o un familiar del espectador, el mensaje simple
en apariencia puede evocar una serie de emociones y consideraciones
sobre la vida, la muerte, el estado, la justicia, etc. El complejo mensaje
del mural se hace evidente en el sitio mismo;(7) son los que no comparten
las aspiraciones, las penas y las condiciones de vida de los vecinos
del barrio donde se pintó el mural quienes con mayor facilidad
pueden desdeñarlos por su falta de sutileza.
Los murales en una etapa de transición
No sólo en ese año se declaró el cese al fuego,
en 1994 también se cumplió el 25 aniversario del despliegue
de las tropas británicas en las calles de Belfast y Derry. Aun
antes del cese al fuego, hubo un incremento en el número de murales
republicanos, la mayoría de los cuales se refería de alguna
manera a este aniversario (como el de la reproducción de una
fotografía en blanco y negro de 1969 que mostraba a un jovencito
de Derry con una máscara antigases y una bomba molotov). Los
muralistas republicanos también aprovecharon la ocasión
para puntualizar que 25 años eran más que suficientes
y que ya era tiempo de que las tropas británicas se retiraran;
en irlandés, "slán abhaile" significa "adiós".
Esta tendencia continuó después del cese al fuego, con
variaciones del mural "slán abhaile" surgidas en Belfast, Derry
y el sur de Newry, en la frontera. Las primeras apariciones podrían
haber parecido una obsesión con el pasado. Pero debe subrayarse
que se trata de un caso en el que se mira al pasado en función
de avistar el futuro. Como los defensores de los derechos humanos en
las viejas dictaduras latinoamericanas estudian la brutalidad del pasado
para poder proclamar "nunca más", así los muralistas republicanos
están afirmando que el futuro debe ser diferente al pasado: no
más ejército, leyes represivas, censura y cárceles
llenas de presos políticos.
Joven con una bomba molotov y una
máscara de gas, pintado en el 25 aniversario de la batalla
de Bogside, Bogside, Derry, 1994. Foto de Bill Rolston
Por supuesto, esto no es exactamente lo mismo que pintar una visión
detallada del futuro, pero por el momento hay límites para articular
esa visión. Como se señaló anteriormente, no hay
garantía de que la guerra en efecto haya terminado y de que haya
un futuro diferente que pueda articularse y pintarse. Más aún,
la tarea por delante no es nada fácil para los republicanos.
Han adquirido una gran habilidad para expresarse y persuadir desde la
oposición, pero tendrán que ir más allá
para cambiar los slogans en políticas y las aspiraciones generales
en declaraciones programáticas que puedan sostenerse al calor
del debate político. Tendrán que sostenerse en sus creencias
y principios y forjar alianzas con otros en el norte y en el sur, con
socialistas, feministas, nacionalistas y unionistas que concuerden con
ellos. En la medida en que puedan hacer esto, habrá muchos más
temas para los murales republicanos.
"Slan Abhaile", 25 aniversario del
desembarco de tropas británicas en el Norte de Irlanda, Ardoyne,
Belfast, 1994
Las perspectivas parecen más limitadas para los unionistas.
En tanto prevalezca el apoyo británico hacia la Unión,
ellos pueden continuar fieles a las formas tradicionales, diciendo "no"
a cualquier cambio político. Contrariamente, si el desarrollo
político conduce a una eventual supresión de ese apoyo,
la consecuencia sería la fragmentación del unionismo.
Esta es una perspectiva aterradora para la mayoría de los unionistas.
Pero a largo plazo, la ruptura del unionismo sería favorable
para los unionistas. Durante muchos años el unionismo se ha identificado
con un monolito con un abanico demasiado estrecho de opiniones. Los
matices se han perdido. Hay mil voces unionistas que quieren hacerse
oír, y no serán escuchadas hasta que los unionistas se
vean forzados a decir qué es lo que quieren, no lo que no quieren.
Si acaso llegara ese día, habría también más
temas para los murales de los unionistas.
"Tiempo de paz, tiempo de irse",
25 aniversario del desembarco de tropas británicas
en el Norte de Irlanda, Ballymurphy, Belfast, 1994
La reacción de los muralistas fieles a la Unión respecto
del proceso de paz no es muy alentadora, ya que continúan pintando
murales de carácter belicoso, con frecuencia acompañados
de mensajes en los que se lee que continuará la guerra contra
el ERI. Algunos ven en esas reacciones la prueba de que el unionismo
está virtualmente negado para la cultura en cualquiera de sus
acepciones.(8) La cuestión es si lo que ha sido válido
para el pasado lo será necesariamente para el futuro. Tal precariedad
de imaginación artística y de expresión es indicativa
de la mentalidad cerrada del unionismo. Hay una gran variedad de asuntos
en las comunidades unionistas que podrían, teóricamente,
expresarse en los murales, pero mientras persista esa estrecha mentalidad
sólo habrá silencio.
"Liberen a los prisioneros políticos
republicanos", Bogside, Derry, 1994
Una elocuente señal del contraste entre la confianza republicana
y el unionismo empecinado la encontramos en Derry. En 1993 un funcionario
de educación de la Galería Orchard tuvo la idea de convencer
a los muralistas republicanos de realizar un mural en paneles que pudieran
colgarse &emdash;¡y permanecer!&emdash; en un área unionista,
y que a su vez los muralistas unionistas pintaran un mural que pudiera
exhibirse en una zona republicana. En tanto que consiguió el
acuerdo de los muralistas republicanos, que incluso procedían
ya a discutir los temas posibles, los unionistas no estuvieron de acuerdo
en cooperar. De manera interesante, el plan resurgió después
de los ceses al fuego de 1994, aunque al momento de escribir estas notas
no se había alcanzado ningún acuerdo o programa sobre
algún tema.
¿Cuál podría ser el tema de tales murales? El ejemplo
de California muestra lo que puede hacerse ahí donde los muralistas
están arraigados en sus comunidades ("intelectuales orgánicos",
para usar el término de Gramsci), abordar temas de importancia
para esas comunidades. Desempleo, derechos de las mujeres, drogas, historia
y orgullo étnico, asuntos internacionales; estos y otros temas
se han discutido. No es del todo irreal esperar que temas como ésos
pudieran surgir en el norte de Irlanda. Algunos ya han sido tratados
por los muralistas republicanos, y los muralistas fieles a la Unión
tienen una larga historia de pintura mural que podría florecer
si se liberaran de los estrechos confines del pasado.
Miembros armados de las Fuerzas Voluntarias
del Ulster, Belfast del Este, 1994
Notas:
1. Además, los fieles a la Unión son militantes unionistas,
en tanto que los republicanos son militantes nacionalistas. La mayoría
de los unionistas son protestantes, mientras que la mayoría de
los nacionalistas son católicos.
2. A diferencia de los murales del Renacimiento italiano, que expresaban
las creencias comunes a los dirigentes y al pueblo, los murales mexicanos
representaban la ideología de los obreros, campesinos y la clase
media revolucionaria contra los antiguos dirigentes: los capitalistas,
el clero y los intereses extranjeros. Desde entonces se ha identificado
al muralismo contemporáneo con los desposeídos, la revolución
y el comunismo. "Introducción", en Eva Sperling Cockcroft y Holly
Barnet-Sánchez (comps.), Signs from the Heart: California Chicano
Murals (Venice, Cal.: SPARC y Albuquerque: University of New Mexico
Press, 1990), p. 6.
3. Véase Bill Rolston, Drawing Support: Murals in the North
of Ireland (Belfast: Beyond the Pale Publications, 1992).
4. Albie Sachs, "Preparing Ourselves for Freedom: The ANC and Cultural
Policy", Red Letters, núm. 29 (1991): 8.
5. The 2020 Papers (Derry, Irlanda del Norte: Derry Frontline, 1994),
p. 12.
6. Sobre el fracaso casi total de los artistas establecidos para "hacer
un poco" por la insurgencia política en los dos bandos de Irlanda
del Norte (a diferencia del caso de México en los años
veinte o de Nicaragua en los ochenta), véase Bill Rolston, Politics
of Painting: Murals and Conflict in Northern Ireland (Cranberry, N.J.:
Associated University Presses, 1991), pp. 51-54.
7. Aunque no hace falta concluir que "vistos fuera de contexto sería
difícil encontrar algún mérito real en estos trabajos",
es indudablemente cierto que "su fuerza reside básicamente en
el lugar donde están y en su relación con el mismo". Philip
Pocock y Gregory Battcock, The Obvious Illusion: Murals from the Lower
East Side (Nueva York: George Braziller, 1980), p. 12.
8. "No es de sorprender que la mayoría de los artistas y escritores
que han surgido del protestantismo del Ulster tienden a separarse &emdash;física
y mentalmente&emdash; del mundo que los crió... Permanecer ahí
es encerrarse en un mundo donde "cultura" se limita a poco más
que bandas con flautas, la marcha de Orange y el coreo de slogans sectarios
en los partidos de futbol", Ronan Bennett, "An Irish Answer", The Guardian
Weekend, 16 de julio de 1994, p. 55.
--Traducción de Rogelio Villarreal
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