Me
vine a la ciudad como a los diez años, nos quedamos huérfanos
seis niños en nuestra casa y fue cuando nos dijeron que mejor
nos viniéramos para acá. Pero nosotros pensábamos
que México era un pueblito, que íbamos a trabajar en el
campo.
Me vine a encontrar con que la ciudad tenía muchos edificios
y muchas casas. Yo quería hacer fogatas, buscaba lumbre para
hacer tortillas y aquí no se podía hacer lumbre. Aquí
usaban un brasero con carbón. Entonces había que conseguirse
brasero para hacer las tortillas.
Yo cuando me vine para acá vestía de "maría"*
y andaba descalza vendiendo limas y limones en la calle. Después
me pusieron a trabajar de sirvienta vestida de "maría"
y sin hablar el español. Trabajaba ahí por Niño
Perdido, por el mercado de San Juan de Letrán.
Los patrones me trataban bien porque cuando no entendía me volvían
a decir. Tenía como diez años yo. Era por el 63, ganaba
un peso al mes, y como trabajé ahí tres meses porque me
quemé con la estufa, pues me gané tres pesos.
Ya
cuando tenía 14 años empecé a vender y me compraba
mis zapatos de hule y mis vestidos. Ya entrando a los 15 años
conocí a mi marido y me fui con él, pero todavía
no tenía 15 años. Ya cuando me casé seguí
vendiendo comercio de pepitas, palanquetas, vendía diferentes
cosas, hasta ahorita, que mi hermano me ayuda vendiendo chicharrones
con limón.
*María,
nombre que reciben las migrantes indígenas en la ciudad de México.