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Permítanme profundizar en esta imagen documental que tomé hace algunos años. Se titula “Dónde está la Lana” (el dinero, en caló mexicano). Como pueden ver, ya la misma traducción a otro idioma como el inglés presenta variaciones que no deben ser tomadas a la ligera.
En la imagen del hombre, lo que hice fue recortarlo y colocarlo donde me pareció mejor. Tal como se hace con la gente a la que se pide que se mueva de lugar para tomarle una fotografía. O como cuando un fotógrafo se mueve de lugar para tomar una foto.
Hay que tener en cuenta que todos los elementos de la imagen final se encontraban en el mismo lugar al mismo tiempo. Tomé la foto de la mujer cortando la cabeza de las ovejas, y al voltear al otro lado fotografié al hombre pidiéndome dinero.
En el enfoque tradicional el haber arreglado previamente la composición de esta imagen no hubiera representado ningún problema. Por ejemplo, podría haberle pedido al hombre que se volteara y se colocara en el mismo lugar de la imagen final. O podría haber cambiado mi posición. En cualquier caso, tales prácticas nunca han sido mal vistas o sido consideradas como manipulación. Pero el hecho es que es un cambio igual al que realicé después en la computadora.
El tema que debe ser considerado primordialmente es cómo la imagen que produje alteró la información transmitida por la imagen. Si la respuesta es que la información solo fue mejorada al juntar los elementos simbólicos que ocurrieron en ese momento, entonces lo que tenemos es una mejor fotografía no una peor alternativa. Lo que siempre me ha parecido poco satisfactorio del proceso fotográfico es la importancia del azar. Claro que alguien puede tener suerte y encontrar la convergencia de lo que mi amigo Max Kozloff describiría como “cuando el contenido y la geometría hacen una cita”¿Pero qué sucede si eso no pasa? Así que a pesar de la suerte, ahora puedo dar preferencia al control que tengo sobre el proceso en lugar de depender del azar.
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