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El
asistente ruso de Gerd Ludwig, Maxim Kusnetsov, está parado a
la orilla de una laguna del mar Báltico en el pueblo de Sillamae,
Estonia.
Los desechos radiactivos de una planta que solía procesar uranio
para los militares soviéticos, empujan la aguja de su contador
Geiger a su punto límite.
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