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Los nuevos americanos |

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En los Estados Unidos los indios de Cherán no viven en áreas marginadas
al otro lado de ls vías del tren ni en villas miseria segregadas
de la sociedad; viven ampliamente y codo a codo con los "nativos":
negros, asiáticos y blancos pobres. Esta experiencia los está
transformando tanto como ellos transforman los pueblos norteamericanos
a su paso.
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Un par de "postales" más de los lugares donde estuvimos: Norwalk,
Wisconsin: un pueblo de 500 habitantes, la mitad de los cuales
se emplea en la planta local de empacado de carne; la mayoría
son mexicanos, muchos de Cherán. Los jóvenes inmigrantes han empezado
a enamorar a las muchachas blancas del lugar -las hijas de los
menonitas, de los amish, de los Plain Christians- y viceversa.
Los amantes hablan solamente en escaso inglés y escaso español.
Pero la ley del deseo habla su propio idioma y nosotros siempre
desearemos al Otro: hay ahora unas cuantas docenas de bebés en
el pueblo, cabellos color de arena, ojos verdes, piel dorada:
una nueva raza cósmica. Los indios interpretan danzas tradicionales
en la calle Main. Los autoestéreos de las muchachas blancas escupen
música norteña, los mexicanos merodean con música heavymetalera
zumbando en sus walkmans. Pero no todo es paz aquí; en el bar
-sólo hay dos bares en Norwalk, y un restaurante- los morenos
y los blancos se enfrentan a tiros, como en el viejo oeste (generalmente
por celos o a veces por cuestiones de trabajo). No se había visto
tanta acción en Norwalk desde los días de la guerra contra los
indios.
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Dallas, Texas: un poco al sur de la plaza Dealey, el ghetto: en
el sombrío puente de la carretera I-35 hay una vinatería que vende
licor a los blancos pobres, a los negros pobres y a los mexicanos
pobres. Los mexicanos atienden el negocio, atienden a los negros
y a los blancos.
Un tipo blanco, recién salido del tambo, nos dice que odia a los
negros. Los mexicanos dicen que son discriminados por los blancos.
Una pareja de adolescentes hip-hoperos nos platica que no hay
problemas entre negros y mexicanos, pero que sin embargo éstos
siempre tienen problemas con los blancos. En las ciudades a través
de los Estados Unidos, en los estacionamientos de las licorerías,
a lo largo de los corredores industriales, caminando bajo las
tenues luces de las torres remodeladas del centro, ocurre esta
dinámica nueva y multicolor, formada de dos partes de clase social
y una de raza. Éste es el grado cero del conflicto urbano del
siglo que comienza, y es aún más complejo que el paradigma blanco-negro
que nuestros medios y nuestros políticos proclaman como nuestra
verdad racial |
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Benson, Carolina del Norte: un expendio mexicano de víveres donde
se venden tortillas y chiles y se rentan películas mexicanas a
los recolectores de tabaco, quienes vienen a abastecerse una vez
por semana desde los campos donde trabajan -cuyas consiciones
recuerdan las fotografías de los fotógrafos de la Farm Security
Administration. En el MacDonald's que está a unas cuadras están
regalando muñecos de Los tres caballeros a los clientes gringos y mexicanos. El capitán Roger Crouch,
de la Patrulla Fronteriza de Benson, expresa con un acento barrido,
casi ininteligible: "Bueh... estos mecsicanous están bien. De
vez en cuando se emborrachan como zorrillos y entonces los encerramos,
tú sabes. Bueno, pero yo no hablo mecsicano, y ellos no hablan
gringo..." La presencia mexicana en el sur estadounidense es algo
que nos deja perplejos.
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