El trabajo de Lori Nix, como el de Baer es posible gracias al vocabulario y posibilidades de manipulación –pero no a la tecnología- de los nuevos medios. Todos los que han seguido el despido del fotoreportero del LA Times en la Guerra de Irak el año pasado debido a la ligera manipulación digital de una foto, entienden que existe una fuerte tensión entre la foto como realidad y la foto como artilugio. Lori Nix trastorna intencionalmente nuestra noción tradicional de la realidad visual fotográfica, al permitir que el mundo semi-real de los trenes de jugete vaya más allá del juego de niños e incorpore la tragedia y los presentimientos. En sus paisajes simulados, una mesa se convierte en el hiperespacio de la imaginación, aquí, como en toda narrración atractiva, la realidad de los hechos es sustituída por la iconografía del mito.

La obra de Nix, incluye una investigación de los fenómenos y desatres naturales del Medio Oeste Norteamericano: Tornados, inundaciones, tormentas de nieve, plagas de insectos y hasta un perro de dos cabezas. Su trabajo presenta ambiguas escenas de suspenso, parques vacíos, bicicletas abandonadas cerca de áridos bosques, espesos arbustos de candelilla a la orilla de pantanos desiertos. Los cuadros de Nix no son los de un documentalista distanciado sino exámenes de nuestra disposición a suspender nuestro escepticismo y una inquisición de las pistas visuales que nos hacen dar al mundo una lectura “real”. Al construir estos dioramas tridimensionales en miniatura, en vez de utilizar escenarios naturales , estos paisajes puestos encima de una mesa exploran el incongruente e inexplicable lazo de la fotografía con un mundo ubicado más allá de lo real, en lo alegórico, lo fantástico y lo surreal. Al buscar llevar el potencial de los hipermedios a sus últimas consecuencias , el trabajo de Nix rechaza lo que es percibido como el proceso fotográfico oficial y uniforme.

 

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