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En
cuanto puse un pie en el pueblo supe que había penetrado
en el corazón de una verdad mexicana: las mujeres alimentan
esta tierra y su vida está hecha de barro. Hornos de barro
para ollas y cazuelas de barro, todo tocado y transformado por manos
que también son del color del barro. Como me dijeron cuando
pregunté si poseían tierras: "Nuestra única
tierra es la que tenemos debajo de las uñas". Sus vidas
transcurren rodeadas de barro y tierra, como podemos ver en la cocina
de Nicolasa.
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