Y más adelante declara que: "La cultura siempre paga un precio por la tecnología. A cada ventaja que ofrece una nueva tecnología siempre corresponde una desventaja. Todo cambio tecnológico es un trato faustiano".
Uno no llega muy lejos con esta clase de retórica simplista dado que uno podría aplicar fácilmente la misma lógica a cualquier cosa en la naturaleza. Por ejemplo, recientemente se ha reincorporado a los lobos al Parque Nacional Yellowstone después de haber descubierto que representan un elemento muy bienvenido y necesario en el ecosistema del parque, y después de haber sido cazados al borde de su extinción. Esta reincorporación de los lobos se ha logrado por encima de las fuertes protestas de quienes los perciben como una amenaza, o a lo menos como una molestia. El tabaco daña a millones de fumadores y sin embargo, al mismo tiempo representa un medio de sobrevivencia para decenas de miles de campesinos. Las inundaciones de ayer traen consigo la promesa de nuevos rendimientos en las cosechas de la próxima estación. Como pueden ver, la amenaza de una catástrofe o de un "trato faustiano" se puede encontrar en cualquier lugar en donde uno escoja mirar. Sobra decir que, por cada ventaja siempre habrá una desventaja. Si no, cómo explicarse que la gente tome drogas, se exponga al virus del SIDA o defienda su derecho a poseer un arma.
Aún no encuentro pruebas que sustenten muchos de los temores hipotéticos presentados por aquellos que se autodeclaran como guardianes del buen orden. Sobra decir que sí, se puede abusar de las tecnologías, pero también de los antibióticos, y esto no ha impedido que se usen adecuadamente. Supongo que cualquiera puede oponerse a algo que se aplique exageradamente. Como recién señaló Nicolás Negroponte, incluso leer cinco horas al día probablemente no es lo mejor para un niño, a pesar de lo bueno e importante que pueda ser la lectura; uno tiene que introducir diversidad en la educación de un niño.
Y qué decir de todos esos argumentos en contra de las tecnologías porque nos enajenan, o porque deshumanizan nuestras relaciones, o lo que ustedes quieran; parecen ser, casi siempre, sólo una provocación. Ha habido gente que movida por sus ambiciones ha causado más estragos en la humanidad a través de su avaricia que ningún ejemplo de tecnología que se me ocurra.
Yo no creo que las guerras tribales en África de hoy en día, con los cientos de miles de muertos, tengan mucho que ver con las computadoras, sino con los problemas que han dejado atrás las potencias coloniales después de su partida. O, para el caso, el callejón sin salida en que se ha convertido la vida de millones de seres humanos, situación provocada por el descontrol de las burocracias en las naciones socialistas del pasado reciente, tampoco tiene nada que ver con las computadoras. Si algo, fue su ausencia, sobre la que se basaba mucho del poder de éstas burocracias. La falta de medidas de control y de información tienen una maravillosa manera de ofuscar lo que ocurre detrás de bambalinas. Como señaló recientemente el ex secretario de defensa MacNamara, la destrucción que trajeron consigo las misiones masivas de bombardeo en Vietnam y Camboya fue producto de la locura de unos políticos y sus ambiciones personales, no de las herramientas de las que disponían para infligir destrucción sobre otros. Aquellas mismas herramientas pudieron haberse usado de forma legítima con propósitos de defensa, como bien dice el nombre de la secretaría que corría a su cargo.
Cuando culpamos a las tecnologías de muchos de nuestros malestares presentes, tendemos a olvidar de dónde venimos. A través de las eras y las civilizaciones, la historia de la humanidad no ha sido precisamente un modelo ideal que uno pudiera decir ha funcionado tan brillantemente de no ser por las tecnologías. Lejos de eso. Si algo, me aventuraría a decir que, en general, la calidad de vida ha mejorado hasta cierto grado gracias a su uso, aun cuando esto ha ocurrido de manera desigual entre ricos y pobres, entre Norte y Sur. Incluso, uno puede observar mejoras hasta entre aquellos grupos que algunos antropólogos reaccionarios quisieran mantener protegidos de lo que ellos dicen ser los "males" de la vida moderna. Mientras se ensalzan los "huaraches hechos a mano", que son incómodos para los pies, estos mismos críticos no tienen ningún remordimiento en usar ellos mismos los cómodos zapatos tenis que tanto critican por haber suplantado a los huaraches.
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