El Renacimiento de la
F o t o g r a f
í a
Discurso de
en la Conferencia SPE,
Los Ángeles, California
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s con un inmenso placer que aprovecho esta oportunidad para compartir con ustedes unos cuantos pensamientos e ideas que tienen que ver con los cambios tecnológicos abismales que ha experimentado la fotografía, cambios que a mi parecer nos afectarán a todos los aquí presentes esta noche.
Si pueden creerlo, yo también tuve diez años de edad alguna vez. Entre los diez y los trece años, mi vida cambió radicalmente: había descubierto la existencia de la fotografía.
Me acuerdo bien de aquellos momentos en que aguantaba la respiración mientras mis ojos se paseaban por aquellas hojitas blancas de papel sumergidas en un líquido, viendo cómo aparecía ante mis propios ojos la magia de una imagen. Debo confesarles que creí que aquellos preciados momentos de simple y llano asombro jamás me visitarían de nuevo, nunca.
Pero he aquí que sí lo han hecho, a casi cuarenta años de distancia, con la aparición de las computadoras personales. Sólo que esta vez, la emoción inicial jamás ha cesado; cada semana trae consigo un nuevo avance que hace que la sorpresa de la semana anterior parezca taimada en comparación. A doce años de distancia, para mí la magia sigue renovándose día a día, nunca termina porque siempre estoy empezando.
De niño, lo que había atrapado mi imaginación fueron unas muy modestas hojas de papel, expuestas por contacto y reveladas en pequeñísimas charolas de 5x7 colocadas precariamente sobre la tapa del excusado. Lo que ha atrapado mi imaginación más recientemente ha sido el Internet, un medio que ofrece algo igualmente modesto y a la vez regocijante como aquellas primeras pequeñas imágenes, sólo que esta vez aparecen en la pantalla en vez de en el líquido revelador. Aquí estoy, cincuenta años más tarde, capaz de decirles con gran emoción que mis años de infancia están empezando una vez más.
Por más bonito que esto suene, también sé que lo que yo encuentro tan emocionante y placentero no es del interés de todos. Estoy perfectamente consciente que para muchos de ustedes la sola idea de "nuevas tecnologías" les produce escalofríos.
Ya Nicolás Maquiavelo había identificado en su obra más conocida, El príncipe (1532), que no hay "Nada más difícil que inventar un nuevo sistema, nada más peligroso, ya que las posibilidades de éxito son pocas. Cualquiera que quiera construir un nuevo sistema se enemista con todos aquellos que se beneficiaban y obtenían privilegios en el viejo sistema, y recibirá poco apoyo de aquellos que resultarán más beneficiados por el nuevo orden. Por una parte, su reserva se debe al miedo que sienten hacia aquellos que se les oponen, los defensores del viejo régimen, y por otra, a su escepticismo; no creen en lo nuevo en tanto no haya sido comprobada su superioridad".
Escuchemos las palabras publicadas en el Internet, de un escéptico de hoy en día: "En una cultura donde la nueva y atractiva tecnología tiende fácilmente a seducirnos con su maravilla hacia un estado como de estupidez somnolienta, necesitamos defensas personales para protegernos de nuestro propio entusiasmo ingenuo. En este mundo de hipertecnología cegadora nuestra sobrevivencia exige que aprendamos a escudarnos de las seducciones de la elocuencia tecnológica".
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