El dormitorio No volvió
a recobrar la razón. Cuando entraba al dormitorio, encontraba
allí a Petronila Iguarán, con el estorboso miriñaque
y el saquito de mostacilla que le ponía para las visitas de compromiso,
y encontraba a Tranquilina María Miniata Alacoque Buendía,
su abuela, abanicándose con una pluma de pavorreal en su mecedor
de tullida, y a su bisabuelo Aureliano Arcadio Buendía con su
falso dormán de las guardias virreinales, y a Aureliano Iguarán,
su padre, que había inventado una oración para que se
achicharraran y se cayeran los gusanos de las vacas, y a la timorata
de su madre, y al primo con la cola de cerdo, y a José Arcadio
Buendía y a sus hijos muertos, todos sentados en sillas que habían
sido recostadas contra la pared como si no estuvieran en una visita,
sino en un velorio. Cien años de soledad |