Los pescadores de Ciénaga Todas las aves del cielo se habían alborotado con la matanza, y los pescadores tenían que espantarlas con los remos para que no les disputaran los frutos de aquel milagro prohibido. El uso del barbasco, que sólo adormecía a los peces, estaba sancionado por la ley desde los tiempos de la Colonia, pero siguió siendo una práctica común a pleno día entre los pescadores del Caribe, hasta que fue sustituido por la dinamita.
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