© Pedro Meyer 2001

El día de hoy estuvo dedicado a la memoria.

Mi esposa Trisha, su hermano Max, nuestro hijo Julio, y yo, pasamos buena parte del día junto a la tumba de mi suegro Neville, quien falleció hace unos pocos meses.

Llevamos unas plantas y pasamos un largo rato pensando en él mientras arreglábamos la tumba. Julio había escrito una pequeña nota para su Abuelo que quería dejar ahí para que él la leyera. Un tío me dijo alguna vez que no morimos realmente hasta el día en que ya nadie nos recuerda. En ese sentido, Neville estaba realmente entre nosotros.

Me intrigaba poder fotografiar este cementerio desde un ángulo en el cual fuera imposible determinar el credo de los que están ahí enterrados. El significado de todo esto no me quedaba claro, pero sin embargo así sucedió.

¿Cómo visitar Londres sin ir al teatro? Así que nos sentimos emocionados de ir en la tarde a ver una obra de Harold Pinter –uno de los autores de teatro más famosos de la Gran Bretaña–, "Una para el camino", en la que él interpreta el papel principal. Desgraciadamente, la obra resultó ser mala. Una obra de 45 minutos en un solo acto, algo que de por si no hubiese sido problemático si no fuera por la banalidad con la que el señor Pinter trata el tema de la tortura, que era de lo que la obra se trataba. Hubiera sido un espectáculo aceptable para un auditorio conformado por alumnos de la escuela preparatoria a los que se les estuviera enseñando acerca de la tortura.

En cuanto se entraba al teatro, le daban a uno un pequeño panfleto publicado por Amnesty International que llevaba los siguientes encabezados en el texto: "¿Qué es la tortura? ¿Hasta dónde llega la tortura? ¿Por qué todavía existe la tortura? ¿Cómo podemos ponerle un alto? ¿Qué se está haciendo con respecto a la tortura?". Me parece que no se deben desestimar las buenas intenciones de Amnesty Internacional en todo esto, es sólo que, en combinación con la obra, se volvió un ejercicio no muy apropiado para adultos.

Pedro Meyer
5 de julio de 2001
Londres, Inglaterra